Economía
Guillem López Casasnovas

Guillem López Casasnovas

Catedrático de Economía (UPF). Exconsejero del Banco de España.

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La normalidad bancaria no debería dejar de preocupar

Instalados los grupos bancarios en cierto confort, no se anticipa tampoco el nacimiento de un verdadero fondo de garantía europeo que señalice la construcción de la pretendida unión bancaria

El día que el Banco de España prohibió a los bancos tasar los pisos de sus propias hipotecas

El día que el Banco de España prohibió a los bancos tasar los pisos de sus propias hipotecas

De nuestro sistema bancario en general sabemos poca cosa. De hecho, cada vez menos, habida cuenta de cómo se gestiona el conocimiento de los indicadores regulatorios –un tipo de protocolo añadido-, y de la cooptación de algunos de los principales analistas financieros. De forma que no estoy seguro de que el ‘no news, good news’ aplique en este momento. 

Los test de estrés de nuestras entidades, que se conocieron el pasado viernes, de la mano de la Autoridad Bancaria Europea (EBA), se han convertido en una rutina, más útil para la exploración de puertas adentro que para dar confianza sobre la robustez de los bancos de cara a la ciudadanía. Todavía hoy sabemos de la situación efectiva de una entidad solo, o sobre todo, cuando esta es intervenida o rescatada.

Pasan los años y los avances hacia un sistema bancario europeo casi no se producen. No vemos entidades europeas entrando en el oligopolio bancario español, y seguimos con una permanente falta de competencia, ahora muy visual por la no retribución de pasivos. Instalados los grupos bancarios en cierto confort, no se anticipa tampoco el nacimiento de un verdadero fondo de garantía europeo que señalice la construcción de la pretendida unión bancaria.  

Alemania se resiste a pillarse los dedos, a falta de una regulación efectiva que controle los riesgos de muchos países, hoy cargados de deuda soberana, y corte la cadena de transmisión del riesgo desde los estados a los balances bancarios. Sabe lo que costó rescatar bancos griegos de este tipo de situaciones y no quiere caer en la trampa, y más cuando su economía flaquea. Los estados, especialmente el nuestro, que ha llenado el balance de los bancos con la deuda que ha ido emitiendo con la crisis primero y la pandemia después, no mueven ficha por aquello de no hacerse daño. 

El desemparejamiento macroeconómico entre cambios en el tipo de interés e inflación por países marca divergencias en tasas reales que muy difícilmente pueden hacer por una política única del Banco Central Europeo, coherente con las necesidades de crecimiento de cada economía. Y para más inri, la propia Unión ha emprendido con los fondos europeos una política fiscal laxa difícilmente reconducible ahora sin grandes estragos. La disparidad de la inflación en la zona euro contamina hoy los tipos de interés real, con efectos en el coste del endeudamiento, tan desigual de los países.

Todo hoy va muy deprisa. La red expande y magnifica las incertidumbres, y expresa de vez en cuando el malestar y los malos deseos contra los bancos por la falta de retribución del ahorro y la subida de las hipotecas por el euríbor. Hasta el momento, el analfabetismo financiero en las transacciones ha tapado ciertos comportamientos bancarios. Hoy las entidades tendrían que saber que tienen que ir con cuidado; por ejemplo, en su vinculación empresarial de la gestión de ciertos servicios que transcienden a la comunidad y afectan su bienestar, ya sea en temas de vivienda o de las ‘utilities’ del suministro de la energía o de ciertas infraestructuras.

Como reconocía el gobernador del Banco de España recientemente, España mantiene una inflación demasiado alta durante demasiado tiempo. Por un lado, la subida del tipo de interés que lleva asociada erosiona la calidad crediticia en la manera que deteriora la renta real disponible que produce tanto la inflación como la subida del tipo de interés. Por otro lado, la mejora del margen de intermediación no puede considerarse permanente, ni tampoco el coste de la financiación de este tramo de sus balances. Además, las exposiciones financieras que cuentan con una remuneración fija de los activos están viendo reducido su valor en términos reales. En palabras de Hernández de Cos, la confianza deseada en el sistema bancario no tendría que hacer que disminuyera la atención sobre los riesgos existentes.

Nuestros bancos tienen, parece ser, buenos ‘colchones’ para dar tranquilidad. Pero iría bien que no se durmieran.

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