Monstruos marinos

Tiburones y 'kaijus' humanos

Otras historias más allá de las elecciones veraniegas: escualos, la orca Gladys, el calamar gigante y la lucha de Kong y Godzilla versus la estupidez negacionista

Ilustració de Leonard Beard

Ilustració de Leonard Beard / Leonard Beard

Jordi Serrallonga

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Continua el estío, y salvo para los negacionistas, el cambio climático global es una evidencia; tanto en mi barrio como en Tanzania. La migración del Serengeti altera sus ritmos y disminuyen los glaciares del Kilimanjaro. Varía la temperatura del océano en las Galápagos, y en Atapuerca falta lluvia. No pasa nada. Todo va bien. Nadie quiere que le toquen las narices con el alarmismo y el estrés medioambiental. No vayan a amargarte el primer baño playero; un símil del posado con el que Ana Obregón, en bikini, inauguraba la llegada del verano. Ahora bien, es ver a los guiris y locales remojando las nalgas y se disparan las noticias sobre ataques de escualos.

¿Acaso no reciben ya suficiente castigo con la sopa de aleta de tiburón? Grandes barcos capturan a miles de tiburones para, vivitos y coleando, cortarles la aleta dorsal y regresarlos al reino de Neptuno. Ahí, mueren desangrados. Mientras opines que la conservación de la biodiversidad es un capricho de perroflautas, o de científicas y científicos románticos, es normal que esto nos importe un bledo. En cambio, cuando muerden al humano sí que se nos ponen por corbata. Aun así, el número de víctimas mortales por acción de tiburones es insignificante al lado de las muertes causadas por la contaminación atmosférica, las guerras y la pobreza. Cualquiera de estas lacras, o un golpe de calor, mata mucho más que Bruce –el ‘Tiburón’ de Spielberg– y que todos sus compis de las secuelas y sucedáneos cinematográficos.

Pero el cine no dio origen a la injusta mala fama de los escualos. Son maravillosos fósiles vivientes que llevan cientos de millones de años en la Tierra, y nosotros –una vanidosa especie biológica con tan solo 250.000 años– los tratamos sin respeto. Respeto es el que imprime invocar al megalodón; un tiburón que pudo superar los 16 metros de longitud y que rondó los mares hace unos 20 millones de años. El tamaño del tiburón blanco actual, incluso los exagerados ejemplares de Hollywood, empequeñece ante la eslora del 'Carcharocles megalodon'. Consecuentemente, este verano experimentaremos la misma angustiosa sensación que, tras el estreno de ‘Jaws’ (1975), y como en el pueblo de Amity Island, viví en la Barceloneta, Castelldefels y Sant Pol cada vez que algo extraño rozaba mi pierna; y es que, después de la pesadilla electoral, llega ‘Megalodon 2’. La secuela del filme que, en 2018, dio protagonismo a semejante escualo extinto. En las salas del Museo Americano de Historia Natural pude contemplar una réplica de su mandíbula y un 'Homo sapiens' adulto cabe dentro de pie. Además, el molde de uno de sus dientes reposa en mi escritorio: 16 cm de alto por 13 cm de ancho. ¡Glups!

Megalodonte... dientes grandes. Nos encantan y aterran los monstruos XXXL por igual. Desde los dinosaurios de ‘Jurassic Park’ hasta el cefalópodo verneriano de ‘20.000 leguas de viaje submarino’. A bordo de un batiscafo –si es que consigo el pasaje de 250.000 dólares–, lejos de descender al cribado pecio del ‘Titanic’, deseo explorar las fosas abisales y dar con los 18 metros de este ‘kraken’ real: un calamar gigante lanzando los tentáculos contra su temible depredador, el dentado y colosal cachalote. Cuidado, habrá de ser antes de que no hayamos provocado la extinción de sendas criaturas. Me emocioné con la visión de un gran grupo de cachalotes en Noruega, pero, hace unas semanas atrás, un ferri envestía y mataba a uno de ellos frente a las costas de Tenerife.

Por otro lado, no sabemos qué impulsa a la orca Gladys, y compañeras, a causar esporádicos daños en algunas embarcaciones de recreo que navegan por el Estrecho y Galicia. Como en el filme ‘Orca, la ballena asesina’ (1977), ¿venganza debido a un trauma anterior? Me decantó más por el juego; a la interacción social orca/humano. Solo sé que Gladys no es un peligro que deba erradicarse, ni tampoco una militante antisistema. Por eso sueño con ver emerger a Godzilla de las aguas de Sitges. Dicen que la bestia mutante nació del miedo; el de la sociedad japonesa a las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki. Espero que el reptil/dino se alíe con Kong –el gorila gigante que apadrina al festival de cine fantástico local– y que, juntos, nos protejan de la plaga de ‘kaijus’ [monstruos] negacionistas.

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