Campaña electoral

En las instituciones no hay okupas

En ningún caso se puede discutir del oponente su legitimidad para optar a un cargo público, simplemente basándose en la diferente ideología o distinto programa político

Lona “contra Pedro Sánchez, Tú a Marruecos, Desokupa a la Moncloa”.

Lona “contra Pedro Sánchez, Tú a Marruecos, Desokupa a la Moncloa”. / José Luis Roca

Joan Roca Sagarra

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Empieza la campaña en las elecciones generales, con el mismo tema que en Barcelona cuando pusieron en marcha las municipales: el debate crispado sobre la okupación. Pero esta vez llevado debidamente contra la clave de bóveda del propio sistema democrático. Ya no se trata de defender la propiedad privada, sino de apropiarse y hacerse suyas instituciones que son de todos/as.

La semana pasada aparecían, en plena precampaña, unas lonas invitando a “desokupar” a Pedro Sánchez de la Moncloa. El mensaje era claro: el presidente del Gobierno es un “okupa”, porque no merece estar en la Moncloa, que es -en el pensamiento de quienes le acusan- “mi casa”.

Ya se presentaron los correspondientes recursos y reclamaciones contra la Junta Electoral Central, pero la resolución se centrará sobre el impacto en campaña electoral y el derecho a la libertad de expresión. Habría que, en todo caso, llevar la reflexión más allá del impacto en una campaña electoral. La velocidad a la que vivimos, hace que acabemos obviando detalles que resultan cruciales para mantener la clave de bóveda de nuestro sistema democrático. Y es que, como subraya David Moss en su libro 'Democracy. A case study', quizás hemos terminado tan distraídos al apuntar nuestros desacuerdos y acusarnos unos a otros, que hemos olvidado que es el sistema el que nos une, que nos hace fuertes y que, por tanto, no podemos “take Democracy itself for granted”. Nos corresponde a todos/as apuntalar en todo momento la clave de bóveda de nuestro sistema democrático.

Y la legitimidad en presentarse a un cargo público no puede ser discutida. Se pueden debatir, discutir y apuntar las actuaciones o capacidades (o carencia de actuaciones o capacidades) de un candidato o político. Pero en ningún caso puede discutirse del oponente su legitimidad a optar a un cargo público, simplemente basándose en la diferente ideología o distinto programa político.

Son claves de bóveda del sistema democrático los principios de "una persona, un voto" y "todo el mundo debe poder ser elegible".

En las instituciones públicas donde se escoge a su presidente o sus representantes por sufragio universal, no hay okupas. Las instituciones son y nos representan a todos y todas. Nadie puede creerse en posesión de los valores únicos y verdaderos de una institución, hasta el punto de que cualquier tercero queda de plano totalmente deslegitimado para dirigirla.

En el conocido libro de John Carlin, 'El factor humano' (que fue llevado a la pantalla en la famosa película 'Invictus'), describe el primer día que Nelson Mandela llega como nuevo primer ministro a la sede presidencial del Gobierno de Sudáfrica. La escena es sublime: les invita a superar la imagen que tienen de él como usurpador de un cargo que les hace desconfiar de su capacidad, y les pide ayuda para entender mejor el país y servir con mayor representatividad todos los intereses de la gente, a toda la gente, a todo el mundo.

En esta sociedad polarizada corremos el riesgo de que mermen los ejemplos como los que protagonizó el entonces recién elegido presidente Mandela. Y en España, la historia debería servirnos de advertencia, porque demasiado a menudo existe ese convencimiento bien extendido de que determinadas instituciones “son nuestras”. Nada más pensarlo ataca y mina la clave de bóveda de la democracia.

Conviene luchar por estos principios básicos que permiten el correcto funcionamiento de nuestras democracias. Es positivo parar en algunos momentos y dejar a un lado la carrera electoral, para recordarnos a todos nosotros que, en democracia, lo más importante es que el sistema nos da cabida a todos/as, y nadie de nosotros puede considerarse por encima de nadie.

Como dice Michael J. Sandel, en su libro 'La tiranía del mérito. ¿Qué ha sido del bien común', corren tiempos peligrosos para la democracia y no resultarán ganadores ni perdedores si no se revitaliza y respeta la política democrática, potenciando el discurso y la necesidad de crear y consolidar los lazos que constituyen y permiten la nuestra vida en común, es decir, las instituciones.

En política, en democracia, no hay okupas.

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