Ágora

A vueltas con el modelo productivo y el olvidado largo plazo

Semiconductores automóvil. Microchips

Semiconductores automóvil. Microchips

Albert Puig-Gómez

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Recientemente se han publicado diversos informes que muestran que la economía española se está quedando rezagada en relación a los países de Europa con mayor renta per cápita. Señalan que una de las causas es las características de nuestro modelo productivo. También en 2008, con motivo de la crisis financiera y económica, se sugirió que esta era una de las causas de las diferenciales consecuencias que tuvo para España. Hay consenso pues en la necesidad de evolucionar el modelo hacia actividades más intensivas en tecnología y conocimientos avanzados, puesto que al requerir trabajo más cualificado lo remunerarán mejor.

Cambiar el modelo productivo es una cuestión de largo plazo, es decir, que los efectos de las medidas que tomemos hoy no se notarán hasta dentro de algunos –o quizás bastantes- años, pero que si no las tomamos, porque el largo plazo no se toma en cuenta, dentro de unas décadas seguiremos a la misma distancia de los países más ricos… o incluso más alejados de ellos.

Pongamos como ejemplo la inversión en I+D, ámbito clave en la dinámica de cambio productivo. España invierte sistemáticamente menos en I+D, en relación a su PIB y en términos promedios anuales, que los diez primeros países de la Unión Europea en renta per cápita. Teniendo en cuenta que los efectos de la inversión en I+D son acumulativos, si los países más avanzados invierten, año tras año, más en I+D de lo que lo hace España, el horizonte de convergencia se aleja.

Pero no solo en el ámbito de las políticas domésticas hay que buscar las explicaciones. También la Unión Europea ha jugado un papel clave en la perpetuación de un modelo productivo que se esperaba que debía contribuir a modernizar. Transcurridas casi cuatro décadas de pertenencia a la Unión, el modelo productivo español sigue lejos de los estándares de los países europeos tecnológicamente líderes.

Tras la pandemia, la Unión Europea lanzó los llamados Fondos Next Generation con el objetivo de “reparar los daños económicos y sociales causados por la pandemia” y cuyo resultado debe ser “una Europa más verde y más resiliente frente a los desafíos actuales y futuros”. Es decir, una combinación de objetivos a corto y largo plazo con vocación transformadora.

Se puede debatir sobre muchos aspectos de estos fondos pero me interesa aquí reflexionar sobre si la dirección política de los mismos es la adecuada para alcanzar sus objetivos de largo plazo. La Unión Europea ha optado por una asignación de los fondos por países, sin asumir la coordinación, y mucho menos la dirección, de las decisiones que tome cada uno; es decir, una especie de Plan E a la europea que puede acabar en que todos los países hagan microchips.

Es preciso insistir en que las políticas productivas (industriales, agrícolas…), para ser efectivas, requieren de algún grado de planificación, el gran 'tabú' de la Política Económica desde los años ochenta del siglo pasado. Por lo tanto, para contribuir a alcanzar los objetivos transformadores perseguidos, los órganos europeos deben dirigir y coordinar 'su' Política con criterios federales, pensando en la dinámica productiva del conjunto de la Unión. Los Fondos Next Generation deben servir tanto para construir más Europa como para hacer más 'política'.