La hoguera

Dónde va Duval

Elizabeth Duval

Elizabeth Duval / ISABEL INFANTES

Juan Soto Ivars

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He expresado aquí y allá que Elizabeth Duval (22 años) me parece una escritora muy buena. Saqué esta conclusión cuando leí Después de lo trans, ensayo denso y matizado donde lucha por encontrar su posición personal en el debate trans lejos de los magnéticos gregarismos que despierta esa trifulca. Con carencias en el terreno de los arrepentimientos o detransiciones y los efectos de los fármacos y tratamientos hormonales sobre el organismo, es en la filosofía donde su libro se me hizo magnífico. Era muy interesante penetrar en ese laberinto. Iba por la senda de Miquel Missé, otra voz que admiro en la comunidad trans española. 

Desde el principio me preocupó, sin embargo, que su éxito se debiera más a su posición identitaria, su oratoria parisina y su fotogenia que a su talento para escribir. Porque Duval publica muy rápido y ha conseguido estar en todas partes muy pronto: se la rifan. Platós de televisión, radios, trifulcas en redes a diestra y siniestra, conferencias, festivales y ahora… ahora un cargo en un partido político. Aseguró recientemente que no lo haría, pero también dijo que no hablaría más de lo trans. Cosas de la edad, decir “nunca”. Ahora es la portavoz de feminismos y LGTBetc de Sumar

El feminismo radical patrio ha recibido el nombramiento llamándola tío con rabo y cosas de esas. Centrar la crítica a la elección de Duval por Sumar en su sexo cromosómico no sólo es zafio, sino que aporta poco. En Sumar habrán tenido muy en cuenta que es trans para nombrarla, pero eso es un error de Sumar, no un pecado de Duval. Un hombre cis y heterosexual podría perfectamente ocupar esa portavocía y hasta el Ministerio de Igualdad: todo lo demás es identitarismo. El problema, para mí, es que Duval lo haya aceptado. Los intelectuales, si pasan demasiado cerca de un partido político, se convierten en intelectuales orgánicos. Es decir: en nada.

Ese mal afectó a gente más madura que Duval, desde Vargas Llosa a Savater. La política activa jibariza la mirada hasta si te toca de refilón, y bastardiza el verbo. Ignoro si el paso que ha dado Duval es fruto de su compromiso político o de un narcisismo alimentado por raciones de éxito superiores a las que cualquier sistema nervioso podría soportar, pero si fuera mi amiga hubiera intentado convencerla de que rechazara el caramelo envenenado. Militancia, sesgo o disciplina son palabras incompatibles con el verbo pensar.

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