Análisis

Rebelión de las calles

Antidisturbios de la policía francesa patrullan frente al Arco de Triunfo, en los Campos Elíseos, este sábado por la noche.

Antidisturbios de la policía francesa patrullan frente al Arco de Triunfo, en los Campos Elíseos, este sábado por la noche. / CHARLY TRIBALLEAU / AFP

Rafael Vilasanjuan

Rafael Vilasanjuan

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Francia hizo la revolución en las calles y así se mantiene la República, cuando el descontento aprieta los franceses revientan el espacio público. Mayo del 68, los chalecos amarillos... En ningún otro país del mundo se entiende mejor el principio de la soberanía popular: cada descontento tiene su revuelta. Ahora se vive un nuevo episodio.

Tras la reforma de las pensiones hace apenas dos meses, la política volvió a la normalidad. Entonces fue una ley del Gobierno, ahora en cambio la revuelta no responde directamente a su política sino a las carencias de una sociedad profundamente dividida entre los que se consideran ciudadanos y los excluidos. La República Francesa tiene enormes agujeros negros, zonas en la periferia de todas sus ciudades donde se vive en el abismo. Son guetos donde se concentran las peores escuelas, la penuria económica, la precariedad laboral y la exclusión. En buena parte de estos barrios viven las segundas y terceras generaciones descendientes de inmigrantes que vinieron de las colonias. El detonante para que se revelaran fue la muerte de uno de ellos, Nahel, de 17 años, en un control de tráfico. Solo el año pasado la policía mató a 22 personas de manera similar. Parece difícil de entender, pero en estos barrios los gendarmes tienen miedo, como también lo tiene quienes deben parar en sus controles. El temor que tienen los negros a la policía en EEUU lo tienen los musulmanes a los gendarmes franceses.

La revuelta apela a la exclusión histórica. No hay líderes con quien intentar una negociación, y Emmanuel Macron además tiene el problema de que vive entre extremos radicales, que necesitan sacar partido de esta revuelta. Efectos de la polarización. Si la extrema izquierda le acusa de no acabar con la pobreza, la derecha radical le conmina a imponer la ley y el orden, limitando la entrada de migrantes, a pesar de que Nahel era un ciudadano nacido en Francia. Pero la confusión vale porque mientras dure la violencia el discurso xenófobo de la extrema derecha de Marine Le Pen gana.

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