Revuelta en los barrios populares

Los disturbios en la 'banlieue' amenazan a Macron con otra crisis social

Más de 150 detenidos en Francia tras otra noche de disturbios por la muerte de un menor a tiros de la policía

Enric Bonet

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Vehículos y autobuses incendiados, así como Ayuntamiento, escuelas y delegaciones del Gobierno. Incluso un inmueble de particulares sufrió daños considerables a causa de las llamas en la periferia de Lyon debido a disparos de fuegos de artificio. Más de 150 detenidos en el conjunto del territorio francés. Los disturbios urbanos en las 'banlieues' subieron varios peldaños durante la noche del miércoles al jueves y se diseminaron más allá de la región de París. Crece en Francia la indignación por la muerte en Nanterre del adolescente Nahel M., de 17 años, que recibió un disparo a quemarropa por parte de un policía tras intentar escapar de un control policial. 

Este nuevo caso de abusos policiales va camino de convertirse en otra crisis social y política para el presidente Emmanuel Macron y su Gobierno. Menos de un mes después de que concluyera el intenso pulso con los sindicatos por la reforma de las pensiones, Francia vuelve a estar en llamas. La segunda noche consecutiva de disturbios urbanos hace planear el espectro de la revuelta de 2005 en las 'banlieues' (suburbios con un elevado porcentaje de población de origen extranjero). Y cuestionan las tímidas políticas de Macron en estos territorios —quizás los más frágiles socialmente del país — marcados por la pobreza, la falta de servicios públicos, la delincuencia y la desconfianza con las fuerzas de seguridad.

El ministro del Interior, Gérald Darmanin, anunció este jueves el despliegue de 40.000 policías y gendarmes en todo el país, 5.000 de ellos solo en la región de París. La conservadora Valérie Pécresse, presidenta de la región parisina, indicó que los autobuses y tranvías dejarán de funcionar a partir de las nueve de la noche. Ciudades como Compiègne o Clamart han decretado toques de queda nocturnos hasta la semana que viene. ¿Serán suficientes estas medidas para evitar una tercera noche de disturbios? Difícil saberlo. Y aún más teniendo en cuenta la rabia contra la violencia policial, sobre todo entre los jóvenes y habitantes de los barrios populares.

“Aunque me quemen mi coche, me da igual”

“Esta vez mataron a Nahel, pero en el futuro podrían ser mi hermano o alguien de mi familia. Estamos muy chocados por este caso”, explica a EL PERIÓDICO Jessica Lazio, de 27 años, que vive en el departamento de Hauts-Seine —situado al noroeste de París y uno de los más ricos de Francia, aunque marcado por las desigualdades económicas— donde empezó la revuelta. Esta joven abogada asistió este jueves por la tarde a una manifestación en Nanterre en homenaje a Nahel y contra el uso abusivo de la fuerza policial. Más de 6.200 personas —una cifra elevada para este tipo de marches blanches— participaron en esta protesta convocada por Mounia, la madre soltera del adolescente que perdió a su único hijo.

“Aunque me quemen mi coche, me da igual. Los disturbios son el único medio para que nos escuchen. Estos no me dan miedo, lo que sí me temo es que el Gobierno siga como si nada y no se enfrente al problema de la violencia policial”, afirmaba Louisa Hamzaoui, de 52 años, psicóloga y madre de una hija. Esta habitante de Nanterre aseguraba que “nunca me había manifestado, pero el caso de Nahel me ha parecido la gota que ha colmado el vaso”. “Cuando los policías nos controlan, siempre nos hablan de manera prepotente, como si fuéramos ciudadanos de segunda”, lamentaba. 

Gritos de “Justicia para Nahel” o “Sin justicia no habrá paz” predominaron a lo largo de la marcha. Esta transcurrió de manera pacífica, pero al terminarse desembocó en numerosos enfrentamientos entre jóvenes y antidisturbios. Hubo basuras en llamas, una parada de autobús destruida, así como las vitrinas rotas de un banco y una óptica en una zona de Nanterre cercana al distrito financiero de la Défense. La cólera parece lejos de calmarse, pese al avance de la investigación judicial.

El divorcio entre Macron y la “banlieue”

La Justicia ha encarcelado de manera preventiva e imputado este jueves por el delito de “homicidio voluntario” al agente responsable del disparo a quemarropa contra el adolescente dentro de su vehículo. La fiscalía ha considerado que “no se dieron las condiciones legales para utilizar un arma de fuego”. Al principio, los policías implicados aseguraron que dispararon al verse amenazados por el vehículo del adolescente. Esta versión, sin embargo, se vio contradicha por las impactantes imágenes de cómo lo mataron. La conmoción provocada por ese vídeo —incluso con reacciones de famosos de la cultura y el deporte, como Mbappé o Koundé— obligó a Macron a considerar “inexcusable” la muerte del joven y, luego, tachar de “injustificables” los numerosos disturbios urbanos. Una frágil posición de equilibrista. 

El dirigente centrista paga el error de haber guardado en un cajón los problemas de la “banlieue”. El primero de ellos: la violencia policial, una realidad que negó que existiera el ministro del Interior, Gérald Darmanin (“Cada vez que escucho este término me ahogo”, aseguró). “Hace muchos años que se degradó la relación entre la policía y los habitantes de estos barrios populares”, recuerda el sociólogo Julien Talpin, investigador en el CNRS y especialista sobre estos territorios. “Pero la novedad en los últimos años fue una reforma legal de 2017 que favoreció el recurso a las armas de fuego”, por ejemplo, cuando un ciudadano no acata a una orden policial. 

El número de muertos por disparos de la policía aumentó de 8 en 2017 hasta 26 —la mitad de los cuales mientras intentaban escapar con su coche— el año pasado. “Hay una clara sobrerrepresentación de las minorías raciales entre estos muertos”, sostiene Talpin. Según este experto, “la presidencia de Macron no ha dado una gran importancia a estos barrios, lo que provocó una fuerte decepción entre sus habitantes”, muchos de los cuales veían con buenos ojos al dirigente centrista en sus inicios. Una dejadez respecto a estos territorios tan frágiles, y fácilmente inflamables, que amenaza con otra crisis de calado.

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