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Fracaso con polvorín nuclear

La guerra de Ucrania ha demostrado que el poder militar de la Rusia de Putin era un bluf. Ha tenido que recurrir a un ejército de mercenarios que ha acabado rebelándose contra el Estado

Putin visita por sorpresa Jersón y Lugansk

Putin visita por sorpresa Jersón y Lugansk / RUSSIAN PRESIDENTIAL PRESS OFFICE / AFP

Joan Tapia

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Cuando se hundió la URSS, Gorbachov no hizo otra cosa que levantar acta que el sistema no funcionaba. Como me anticipó mi amigo Amadeu Cuito, la URSS, falta de libertades aparte, era “una inmensa Renfe”. La URSS sin el PCUS desapareció y Yeltsin no logró estabilizar el sistema. Al contrario que la China de Deng Xiaoping el poscomunismo ruso no supo “cazar ratones”, satisfacer las mínimas necesidades de la población. Tampoco evolucionar hacia algo similar a una economía de mercado.

Durante años se creyó que Vladímir Putin, un jefe de espías del anterior régimen, sabría controlar la situación. Una especie de Pinochet, pero con algunas elecciones y más corrupción. Pero el alimento ideológico de Putin ha sido un nacionalismo exclusivista y descabellado que le ha acabado llevando, por falta de información, a la invasión de Ucrania. Y se ha visualizado que, así como el comunismo de Breznev era ineficiente, el poder militar de la Rusia postsoviética era un bluf. Y para no perder en Ucrania ha tenido que recurrir a un ejército de mercenarios, reclutado muchas veces con criminales convictos, montado por un hombre como Prigozhin. Pero un estado no puede tener dos poderes militares enfrentados. Y esto es lo que se ha visto el fin de semana con la rebelión de Wagner contra el ministro de Defensa. 

El Estado ha explotado y como ha dicho Kaspárov, el gran ajedrecista, “Putin ya ha perdido el aura de invencible y el fin del régimen es inevitable”. El comunismo ruso, al contrario que el chino, se desmoronó al no saber evolucionar. La potencia militar de Putin también era un farol como el gran error de Ucrania ha demostrado. Y ahora el Estado ha sido sacudido por la rebelión de una estructura mercenaria alentada desde el poder.

Rusia es un gran fracaso, pero tiene un polvorín nuclear, una gran amenaza para la humanidad. Y los riesgos de este polvorín descontrolado son aún más graves que la guerra de Ucrania. Los dictadores ultranacionalistas son hoy el gran peligro y Putin es el peor.

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