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Alfonso González Jerez
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Agustín Santos Maraver: un diplomático en la corte yolandista

El hábito no siempre hace al monje; tiene pinta de abad benedictino, velando por la salvación de nuestra alma pero sin descuidar el templo de su cuerpo

Agustín Santos Maraver, representante de España ante la ONU y nuevo número 2 por Madrid de Sumar.

Agustín Santos Maraver, representante de España ante la ONU y nuevo número 2 por Madrid de Sumar. / MInisterio de Exteriores

Sumar no es una organización política, ni un programa electoral, ni un progresista y sandunguero proyecto de país, sino el enésimo intento de la izquierda de salvarse de sí misma. Más precisamente: es un artefacto de alianzas y complicidades electorales para evitar que el hundimiento de Podemos -en buena parte, causa y efecto al mismo tiempo de la degradación de sus relaciones con antiguos socios- conduzca a una catástrofe sin paliativos. Movimiento Sumar -así se llama estatutariamente el invento- ni siquiera cuenta todavía con un organigrama que estructure sus órganos de dirección y representación interna. Algún día, supuestamente, dispondrá de una asamblea de afiliados que elegirán una Mesa de Coordinación y una Comisión de Garantías. 

No deja de tener su gracia que Yolanda Díaz, icono inspirador y suma sacerdotisa del Movimiento Sumar, se anuncie como próxima presidenta del Gobierno antes de que tenga ningún cargo de responsabilidad en su organización.

Porque ahora en Sumar no hay nada. Parece una heladería desierta. Ni secretario general, ni secretario de Organización, ni contable. Lo que funciona es un núcleo duro alrededor de la Serenísima, integrado básica aunque no exclusivamente por cargos y cuadros procedentes del PCE y de Comisiones Obreras, que son los que han negociado con Catalunya en Comú, Más País, Compromís, Los Verdes Equo, Chunta Aragonesista, Drago y, por supuesto que agónicamente, con Podemos, la elaboración de las listas electorales; para consensuar el programa electoral no ha habido tantas prisas. Por eso se escudriña en la configuración de las candidaturas cualquier indicio del futuro de la dirección y la jerarquía de Sumar.

La decisión personalísima de Yolanda Díaz de ofrecer al diplomático Agustín Santos Maraverembajador de España ante las Naciones Unidas hasta hace unos días, el segundo puesto en la lista por Madrid, ha generado innumerables comentarios hermenéuticos y chismorreos espesos

Díaz, con su habitual confusión conceptual, que a un servidor le recuerda lo peor de Rodríguez Zapatero, comentó que "Sumar sale a ganar, no solo con la institucionalidad de lo que representa el embajador de España en la ONU…". Es ligeramente asombroso que Díaz crea que su movimiento puede arrogarse como capital político una institución o una institucionalidad (sic). Por lo demás, y como es lógico, Santos Maraver ha dimitido como embajador y solicitado su excedencia para participar en la campaña electoral y dedicarse a la política.

Prestigio contrastado

Se comenta insistentemente que la todavía ministra de Trabajo buscaba una "personalidad independiente con prestigio" para embellecer su candidatura. Lo tenía difícil, porque además Díaz quería que la personalidad de marras pudiera mostrar inequívocas credenciales de izquierdas. Es un problema, porque si en los años treinta la Agrupación de Intelectuales al Servicio de la República contaba con Ortega y Gasset, Gregorio Marañón y Ramón Pérez de Ayala, el izquierdismo incrustado ahora en el poder los ha sustituido por Jorge Javier Vázquez, el Gran Wyoming y Bob Pop. 

Santos Maraver, en cambio, cumple con los requisitos. Tiene una amplia y sólida carrera diplomática, cursó dos carreras, habla idiomas y, en contra de lo que ocurre en su cuerpo funcionarial, ha gustado de presentarse como militante o muy próximo a Izquierda Unida, en paz descanse, y ha ascendido con gobiernos del PSOE, sin esconder, por ejemplo, que es partidario de un referéndum sobre la independencia en Cataluña. Por supuesto que es rico. Gana un salario de más de 210.000 euros anuales, es propietario de dos viviendas en Madrid cerca del Palacio Real y pasea y se remoja en un chalet con piscina y finca privada en Menorca. Pero el hábito no siempre hace al monje y Santos Maraver tiene pinta de abad benedictino, velando por la salvación de nuestra alma pero sin descuidar el templo de su cuerpo.  

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