Divorcios duros, ‘light’ y con Alka-Seltzer
Extremadura, el PP y Vox: un ensayo previo al 23J
Olga Merino
Periodista y escritora
Escritora y periodista. Master of Arts (Latin American Studies) por la University College of London (Beca La Caixa/British Council). Fue corresponsal de EL PERIÓDICO en Moscú en los años 90. Profesora en la Escola d'Escriptura de l'Ateneu Barcelonès. Su última novela: 'La forastera' (Alfaguara, 2020).
En medio de la noche tropical, ceno con una amiga en una terraza, envueltas ambas en una nube cannábica de procedencia incierta, como si estuviéramos en Jamaica. El barrio, el país entero, parece una ceremonia rastafari. Hace seis meses que no nos vemos, pero enseguida nos ponemos al día con la complicidad acostumbrada. Sin darnos cuenta, la conversación se encauza hacia un sendero que ya hemos transitado en otras ocasiones; esto es, las elevadas expectativas que suelen depositarse en la pareja frente a la ligereza alada de la amistad. A un amigo le exiges poco; que esté cuando hace falta; lealtad. Mi amiga me habla del divorcio de una conocida —creo recordarla de algún cumpleaños—, una ruptura que ha ido fraguándose lentamente en el tiempo, sin estridencias, como se disuelve una pastilla de Alka-Seltzer en el vaso. Una despedida civilizada, de esas en que una de las dos partes podría pronunciar una frase del tipo «pero ¿cómo vas a tirar por la borda todos estos años?». O algo similar.
No sé bien por qué me vienen a la cabeza Philip Larkin y su ‘Poesía de la partida’, que finaliza así: «Un paso tan deliberado hacia atrás / para crear un objetivo: / libros; porcelana; una vida / reprensiblemente perfecta».
Dardos envenenados
Conozco un solo divorcio ‘light’, con risas mutuas incluidas. El duelo del amor duele (hijos, decepciones e hipotecas aparte). Ahí está el caso de Shakira, quien sigue enviándole dardos envenenados a Piqué a través de sus canciones, como la nueva ‘Copa vacía’, donde incluye reflexiones de gran calado existencial: «Sé que estás bueno, pero mucho más buena estoy yo».
A todo esto, cuesta comprender cómo Alberto Núñez Feijóo se metió en el jardín de ortigas del «divorcio duro» durante una entrevista en la SER con Aimar Bretos. Con esa expresión («es que tuvo un divorcio duro») vino a blanquear la condena por malos tratos del candidato de Vox en la Comunitat Valenciana, Carlos Flores, quien finalmente se ha apartado del gobierno regional y encabezará la lista de Vox por Valencia el 23J. Ay.
Dicen que las vacaciones propician las rupturas. Al parecer, uno de cada tres divorcios se produce durante la estación canicular, antes o inmediatamente después. Será por culpa del bochorno, que electriza los nervios. O del exceso convivencial, que saca a flote los cadáveres que dormitan en el fondo del lago. Este verano trae consigo el momento de que el PP se retrate, de que decida a nivel nacional si se encama con Vox o se divorcia de un partido que niega la violencia machista. ¿Sucederá como en Extremadura? El panorama político se está poniendo la mar de interesante si, pongamos por caso, una viviera en Puerto Williams, al sur de Ushuaia, y observase el desarrollo de la partida con gélido distanciamiento.
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