Eólica marina y balance de CO2
Considerar solo la producción de dióxido de carbono es reduccionista: hay otros impactos tanto o más importantes
![Turbinas eólicas en el mar.](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/f9af693d-aa69-4f18-b2dc-cf9181a6f94a_16-9-discover-aspect-ratio_default_0.jpg)
Turbinas eólicas en el mar. / Shutterstock
El pasado 29 de mayo, EL PERIÓDICO publicó un artículo de opinión alabando las ventajas de un macroparque eólico marino a la bahía de Roses. Este es un artículo más de los que, utilizando un análisis nada riguroso, abogan por la industrialización de uno de los grandes refugios de la biodiversidad marina en el Mediterráneo occidental.
Este análisis contribuye, una vez más, a la desinformación de la población. El golfo de Roses no son solo los 250 km2 que ocuparía el parque: el impacto de la instalación se extendería bastante más allá y conceptos como 'conectividad biológica' o 'equilibrio ecosistémico' no se calculan con una simple regla de tres. Además, considerar solo la producción de CO2 es reduccionista: hay otros impactos tanto o más importantes.
Para establecer la ventaja competitiva del parque eólico, el artículo compara una capacidad reparativa del medio natural (absorber CO2) con una mitigadora por parte de la instalación eólica (no emitir tanto CO2). Pero absorber CO2 no es lo mismo que evitar emisiones: no podemos renunciar alegremente a la absorción natural dado el exceso de CO2 en la atmósfera, más bien hay que buscar maneras de no emitir, empezando por reducir el consumo.
El ahorro de CO2 calculado en el artículo es también muy cuestionable: 1/ Asume una potencia instalada de 1GW (en la zona se prevé de 0,5GW). 2/ El factor de planta aplicado –un 45% de horas posibles del año– es poco verosímil: estudios recientes muestran una disminución global de los vientos cerca de los continentes, así como interferencias a gran distancia entre instalaciones eólicas. 3/ Hay limitaciones crecientes por saturación de consumo eléctrico, como pasó en Alemania al final de su transición energética ('energiewende'). A lo largo de la historia, las fuentes de energía nunca se han sustituido unas por otras –siempre se han ido acumulando–, y nos enfrentamos a problemas de acceso a materiales y de viabilidad económica.
Principio de precaución
Hemos sabido recientemente que la Humanidad ha superado siete de los límites planetarios que la ponen en peligro: hábitats intactos (pérdida de biodiversidad), integridad funcional de los ecosistemas urbanos y agrícolas (la pesca o las cosechas), recursos hídricos en superficie (sequía), clima (calentamiento global), aguas subterráneas y acuíferos (disminución y contaminación), contaminación por fósforo y exceso de nitratos en los ecosistemas (acuáticos y terrestres). La instalación en Roses afectaría a los dos primeros.
La eólica marina es demasiado compleja para abordarla con razonamientos simplistas. Por eso, el proyecto 'Biopaís' –iniciado en septiembre de 2022–, con un enfoque multi e interdisciplinario y tres años de ejecución, aborda el estudio de los problemas que plantea una instalación eólica en el golfo de Roses. Mientras tanto, hay que aplicar el principio de precaución y no instalar el macroparque.
Los firmantes de este artículo apoyamos las energías renovables, pero su imperiosa necesidad no quiere decir implementarlas incorrectamente, en detrimento de la biodiversidad o del paisaje. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) reconoce la biodiversidad como principal herramienta de lucha contra el cambio climático (muchos artículos de opinión lo olvidan).
Nos enfrentamos a un reto enorme y debemos jugar bien las cartas que tenemos (decrecimiento, energías renovables y soluciones basadas en la naturaleza) para mitigar los impactos del cambio climático. Solo la ciencia bien hecha, objetiva e independiente dará el diagnóstico correcto sobre nuestro futuro inmediato y el de las próximas generaciones.
En la elaboración de este documento han colaborado los doctores Elisa Berdalet (ICM-CSIC), Josep Lloret (UdG), Alberto Olivares (Unir), Rafa Sardá (CEAB-CSIC), Jordi Solé (UB), Antonio Turiel (ICM-CSIC) y Josep Vila-Subirós (UdG). Las opiniones expresadas son de los investigadores a título individual y no las de las instituciones a las que pertenecen
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