Personalidades italianas
Carles Francino

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Periodista

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Dioses y demonios

Las muertes de Silvio Berlusconi y Nuccio Ordine son útiles para contrastar dos maneras muy distintas de entender la vida

Funeral of former Italian Prime Minister Silvio Berlusconi at the Duomo Cathedral, in Milan

Funeral of former Italian Prime Minister Silvio Berlusconi at the Duomo Cathedral, in Milan / YARA NARDI

Si no fuera porque mi ateísmo es a prueba de bombas, alguna vez podría flaquear. Por ejemplo, cuesta creer que la coincidencia en las muertes de Silvio Berlusconi y Nuccio Ordine sea, simplemente, casualidad. Lo que sí resulta es útil para contrastar dos maneras muy distintas de entender la vida. Puede parecer una comparación desigual, porque la repercusión -incluidos el luto oficial y los honores de Estado- por el fallecimiento de “Il Cavaliere”, supera por goleada a las muestras de consternación que también ha generado la desaparición del escritor. Pero, a veces, el tamaño no importa. Así que vayamos al ejercicio. Pragmatismo frente a utopía podría ser una primera aproximación, pero se queda corta. Berlusconi elevó a la enésima potencia la frase, falsamente atribuida a Maquiavelo, de que “el fin justifica los medios”. Su dilatada trayectoria política y empresarial aparece salpicada de escándalos, sospechas, denuncias y alguna condena. Homófobo y machista hasta la náusea, son legión los italianos que quieren parecerse a él, porque encarna el retrato del triunfador: rico, poderoso…y listo, al que nunca acabaron de pillar. O sea, una precuela de Trump.

Negocios y conocimiento

Ordine fue un enamorado del Renacimiento, un experto en Giordano Bruno y, a caballo de esa militancia artística, vivió otro tipo de reconocimiento. Tituló su libro de mayor éxito 'La utilidad de lo inútil', una carta de amor a las humanidades y una declaración de guerra a la educación exclusivamente mercantil. Berlusconi, negocios; Ordine, conocimiento. Será que los orígenes familiares también pesan. Porque el abuelo de Ordine vendía tebeos en un kiosko y ese fue el asidero para que él se enamorara de los libros. El padre de Berlusconi trabajaba en un banco que limpiaba dinero de la Mafia; y, de hecho, uno de sus capos vivió varios años en la mansión de las fiestas “bunga- bunga”. Resumiendo, que todas las religiones dividen entre buenos y malos, dioses y demonios, y encima nos atosigan con la lista de pecados. Yo no aspiro a tanto, pero la pregunta me parece pertinente: ¿con quién voy? ¿Con Silvio o con Nuccio?

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