El trasluz
Juan José Millás
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Pánico

Si no logras entrar en una lista electoral, lo más probable es que acabes en una cola: la del hambre o la de la pescadería o la del autobús

Feijóo durante la reunión del comité de dirección tras anunciar los cabezas de lista.

Feijóo durante la reunión del comité de dirección tras anunciar los cabezas de lista. / EFE

Ir o no ir en las listas, he ahí la cuestión. Dentro de la lista no llueve, no hace frío, no se pasan necesidades. Quedarte fuera cuando has estado dentro equivale a un desahucio. Los contribuyentes de a pie no comprendemos los dramas personales que se mueven alrededor de su confección. Se cuenta de un ministro de Felipe González que al caerse de una lista exclamó:

–¿Cómo se lo explico a mi mujer?

Para explicárselo a su mujer tenía que explicárselo antes a sí mismo y no lo conseguía, pese a haberle dado mil vueltas al asunto. Una de las expresiones más comunes de nuestra lengua es la de "no me lo explico". Venimos inexplicablemente al mundo y nos marchamos de él sin haber entendido por qué no nos han metido en las listas: en la de las elecciones generales o municipales, la del éxito, la del reconocimiento profesional, la de buen padre o buena madre, la de excelente hijo, la de comerciante agudo, la de medalla olímpica de algo...

Si no logras entrar en una lista, lo más probable es que acabes en una cola: la del hambre o la de la pescadería o la del autobús. La cola es cosa de pobres. Personalmente, me he curtido en las colas, a las que mi madre me enviaba de pequeño mientras ella hacía las camas. El desarrollo de un país puede medirse en su cantidad de colas. Allá donde la riqueza está mejor repartida, le llega a cada cual su turno sin necesidad de pedir la vez. "Pedir la vez", por cierto, es, cuando la piensas, una expresión extraña.

–¿Quién da la vez?

–El señor de las muletas.

Hay gente de una formación política equis que, ante el peligro de quedarse fuera de las listas, cambia de partido del mismo modo que en los grandes naufragios algunos se disfrazan de ancianitas para no hacer cola frente a las barcas salvavidas. Cualquiera que alcance la vejez sin haber hecho cola alguna, puede calificarse de triunfador. El pánico que muestran estos días algunos (o algunas, que el genérico no alcanza) a no entrar en las listas tiene que ver con el peligro de ingresar en la cola del paro, que no es la única en la que se puede caer, pero sí una de las más duras, especialmente cuando el curriculum del que se dispone no es muy brillante.

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