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Collboni, alcalde de Barcelona: un pleno catártico

Jaume Collboni, elegido alcalde de Barcelona

Jaume Collboni, elegido alcalde de Barcelona / MANU MITRU

Pese a que el ambiente era funerario, en el pleno de constitución del ayuntamiento de Barcelona de este sábado algunos hablaron con una claridad poco usual en los actos institucionales. La soltura diríamos que es directamente proporcional al tiempo que les queda como concejales.

Probablemente, el que se irá primero será Xavier Trias con un expediente impoluto: ganó dos elecciones, no quiso ser nunca el alcalde sin ser la lista más votada y puso en evidencia que el tacticismo, más que la alta política, ha marcado los últimos tres plenos de investidura. Acabó con un "que les den" que dicho con su voz no sonó como lo que era. Olvidó que su vida política también ha tenido muchos momentos tácticos. Ernest Maragall estuvo brillante en la ejecución de sus palabras y puso en evidencia lo que allí ocurría: un ejercicio descarnado de poder, como el que tantas veces ha hecho él mismo y para el que su partido quiere tener un estado propio.

Finalmente, Ada Colau fue la que más cuentas ajustó, especialmente con Trias y con quién ha sido su socio y con esos etéreos poderosos que son básicamente los que no piensan como ella. Recuperar tan deprisa ese tono de activista no le devolverá la frescura que tenía hace ocho años y que, posiblemente, deberá desplegar en otras instituciones. Seguramente, Collboni también se podría haber apuntado a la fiesta, pero el día era demasiado feliz para que se lo agriara a sí mismo y además va a necesitar a los que le estaban poniendo de vuelta y media. Daniel Sirera, por su parte, se dio el gusto de decir que era el único que había conseguido hacer lo que había dicho: cerrar el paso a Colau y a Trias. Ya se lo han dicho todo y a la cara, lección de democracia como les dijo Trias a sus nietos.

Barcelona necesita completar esa catarsis. El reto del alcalde y de todos los grupos debe ser que este ayuntamiento no vuelva a tener más investiduras tácticas, que los grupos municipales se dediquen a tejer proyectos y no a alimentar nichos de votantes. Ni a Barcelona ni a Catalunya ni a España ni a Europa les convienen los frentes. Se hagan en Madrid o en Waterloo. Mientras, los que tanto se lamentan no han hecho el único frente que era imprescindible: el de Ripoll.

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