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Álex Sàlmon

Álex Sàlmon

Periodista. Director del suplemento 'Abril' de Prensa Ibérica.

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Graset y Juana Dolores son libertad

Nadie podrá quejarse de que TV3 maniata a sus invitados o los invita a partir de un sesgo político

juana graset

juana graset

Juguemos a ponernos radicales a partir de la intervención de la poetisa Juana Dolores en el programa de Xavier Graset.

Digamos que por fin alguien habla claro en TV3, aunque fuera en el 3/24. Tuvo que ser poeta y los dejó a todos desnudos. A la tele, a Xavier Trias, a los empresarios, al rojo del socialismo, al antiguo nacionalismo y al caduco independentismo. Por fin alguien con sentido de clase envía su libro a hacer puñetas, el que había ido a presentar en una acción tan capitalista como es promocionar su obra y, sin pelos en la lengua, lo reinventó todo, también a los turistas y a la inmundicia que dejan en Barcelona.

Digamos que por fin un periodista ha demostrado lo que es libertad de expresión dejando hablar sin tapujos a una escritora decidida a insultar, vilipendiar, vomitar todo lo que llevaba dentro.Y sin inmutarse, con un frialdad envidiable, dejar que profundizara en sus opiniones, aunque estas pudieran remover la sensibilidad de algún espectador. El aplomo de Xavier Graset es merecedor de un premio de comunicación. Nadie podrá quejarse de que TV3 maniata a sus invitados o los invita a partir de un sesgo político.

Digamos que Juana Dolores es la típica escritora exhibicionista, provocadora y de excesos sin contenido, que se ha inventado una nueva forma de promocionar sus poemas que se resume en pasar de su propia obra. Mientras en los 80 el escritor reivindicaba que “había venido a hablar de su libro”, en los 20 del XXI hay que denostarlo, pasar del proceso creativo que los ha llevado a ser algo y utilizarlo solo para posicionarse en las redes como personaje histriónico.

Digamos que a Graset se le escapó la entrevista. Que no supo cómo reaccionar. Que sus silencios y supuesto respeto respondían a estar fuera de juego y optar por tomarse a cachondeo las respuestas de la entrevistada. La dejó hablar para que ella misma se hundiera en su miseria y así no meterse en líos.

Son cuatro “digamos” que he leído estos días. Todos tienen una particularidad: no hay dudas. Radicales. Extremos. Resumen: cada uno ha escuchado lo que le ha dado la gana. Un matiz: la señora Romero, Juana Dolores, sabía que la iba a montar; el señor Graset se lo encontró.

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