El huracán Juana Dolores, el dedo de Mourinho y el meteorito electoral

No todas las semanas habrá para echarse a la boca en este ‘Abro hilo’ que hoy intenta desmadejarse un plato tan suculento como el que cocinó la escritora Juana Dolores. Sus 17 minutos de entrevista con Xavier Graset en el ‘Més 324’ constituyen un espectáculo de primer orden, que ha deparado defensas enardecidas y odios enconados hasta hoy mismo, además de sesudos análisis. Graset, a la altura en el papel de coprotagonista sobrevenido que le otorgó en su 'show' Juana Dolores, explicó el martes, el día después del programa, lo que le había parecido a él la diatriba. "Es una artista, ella es una artista", dijo el presentador en el ‘Planta baixa’. Los artistas actúan: además de una exitosa carrera como poeta, que la llevó a ganar en 2020 el premio Amadeu Oller por su libro 'Bijuteria', Juana Dolores ha estrenado y protagonizado un par de obras de teatro. Y los artistas también quieren vender entradas y libros; ella acaba de publicar 'I si una nació desfilant per una catifa vermella: rèquiem català'.

Pero la no tan nueva ‘enfant terrible’ de la cultura catalana, que tiene 31 años, no se ha hecho viral esta semana por su innegable talento literario, sino por las frases provocadoras que le soltó a Graset a cuenta del giro a la derecha en Barcelona que propiciaron las elecciones municipales del pasado domingo. Alguna perla: "Ojalá caiga un meteorito en la Lliberia Ona y lo reviente todo. Me da igual mi libro, me da igual todo". "Al puto viejo de Trias a ver si le cae un meteorito encima". "A ver si dimite el director y la cúpula de viejos de TV3 y que entren jóvenes y hagan una cosa mejor". "Estoy en la tele de la burguesía catalana que se esconde tras la socialdemocracia, que es el cáncer de las clases trabajadoras". Fue un huracán que lleva días azotando las redes.

¿Quién había dicho todo esto antes en TV3?, subrayan sus defensores. ¿Es que hace falta que los desahogos sin razonar se televisen?, responden sus detractores. 

El primer meteorito de la semana no cayó del cielo, sino que lo lanzó Pedro Sánchez. El presidente del Gobierno no quiere dejar que el marasmo se apodere del 'pueblo de izquierda' tras la dura derrota del domingo pasado y se lanzó al ataque convocando a todo o nada unas generales para el 23 de julio. No es la primera vez que emprende una maniobra audaz para tratar de esquivar un contratiempo: ya lo hizo cuando tuvo que salir por la puerta de atrás de la cúspide del PSOE y, en vez de resignarse, cogió su Peugeot y se recorrió toda España para ganar las primarias y recuperar el poder en el partido. O cuando se inventó una moción de censura contra Mariano Rajoy que pocos pensaban que saldría adelante, pero vaya si salió.

El problema es que esta vez el órdago de Sánchez ha cogido con el pie cambiado a ciudadanos que ya tenían sus vacaciones programadas pero quieren votar para apuntalar al presidente o para hundirlo definitivamente: ahí está el interés suscitado por el voto por correo. Y también a colectivos enteros cuyo trabajo depende en mayor o menor medida de las decisiones de los políticos, como el de los periodistas. En este contexto, se hizo viral el lunes la reacción de Àngels Barceló, la directora del 'Hoy por hoy' de la Cadena Ser. Cuando escuchó que el presidente fijaba para pleno verano la fecha de las elecciones, Barceló soltó el boli, puso los ojos en blanco, lanzó los brazos extendidos al cielo y se dejó caer, vencida, sobre el respaldo de su silla.

Un hilo de Twitter la periodista Laia Vicens muestra que no fue la única que se lo tomó así. Helena García Melero (TV3), Laura Rosel (Catalunya Ràdio) y Violeta Muñoz (del pódcast Carne Cruda) tuvieron una reacción similar. "Ojalá vivas tiempos interesantes", dicen que dice una antigua maldición china, tan apócrifa como sugestiva.

El miércoles, en la final de la Europa League, José Mourinho también protagonizó un 'show' que sigue dando que hablar en las redes sociales este fin de semana. El entrenador portugués de la Roma enseñó su peor versión durante todo el partido contra el Sevilla: estuvo desde el principio protestando y presionando a los árbitros mientras sus jugadores descollaban en el arte de perder tiempo y otras marrullerías. Cuando finalmente su equipo perdió el partido, tras una dramática tanda de penaltis, recogió la medalla de subcampeón y, acto seguido, se la descolgó y se la dio a un seguidor italiano. El espectáculo continuó en la sala de prensa, donde enumeró uno por uno todos los errores que a su juicio había cometido el árbitro, el inglés Anthony Taylor. "Parecía español", dijo para subrayar una supuesta parcialidad que pocos más vieron.

Pero la cosa empeora a partir de ahí. Mourinho coincidió -o se hizo coincidir- con el árbitro en el aparcamiento del estadio, y allí lo insultó. Algunos vídeos lo captaron mezclando inglés e italiano, hablando de la "puta vergüenza" que había sido la actuación del árbitro. No es la primera vez que el entrenador portugués exhibe un comportamiento tan insólito: en 2012, ya esperó en el parking del Camp Nou a un árbitro, Fernando Teixeira Vitienes, para recriminarle su actuación. Pero aquella vez no le insultó.

Pocas veces se puede establecer una relación tan clara entre las causas y las consecuencias de un hecho. Un día después de la final, celebrada en Budapest, unos hinchas de la Roma se toparon en el aeropuerto de la ciudad con el árbitro del partido, como recogen varios vídeos. Como si el dedo de Mourinho, que ya mereció una pancarta de homenaje en el Bernabéu cuando lo introdujo en el ojo de Tito Vilanova, les marcara el camino, estuvieron a punto de agredir a Taylor. Lo impidió la seguridad del aeropuerto.