Gárgolas

Latinización y libertad

El catalán se latiniza y, al devenir un vulgar, se convierte en otra lengua, como ocurrió con el latín y las vulgares, enterrado el original en la cripta noble de un convento

Obra 'Les amistats perilloses' en el Teatre Lliure

Obra 'Les amistats perilloses' en el Teatre Lliure / Silvia Poch

Josep Maria Fonalleras

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Lo digo de entrada. Aún no he visto 'Les amistats perilloses' en el Teatre Lliure. Todo el mundo me habla de ella con entusiasmo y estoy seguro de que el espectáculo es una maravilla. Los comentarios sobre la actuación de Mónica López en el papel de marquesa de Merteuil son elogiosos, y no me extraña, porque es una actriz excepcional. Me emociono solo de imaginarla en el rol de una mujer que juega con la amoralidad, el engaño, la seducción y el desengaño.

Idioma de misa

Dicho esto, hablemos de otra cosa. En la versión que ahora se ha estrenado con éxito, la directora Carol López hace que dos personajes, la propia Merteuil y el vizconde de Valmont, hablen en castellano. Mónica López es canaria y Gonzalo Cunill, su contrincante en escena, el hombre que la acompaña en la venganza amorosa, su amistad peligrosa, es argentino. Carol López justifica así el hecho de que se expresen en castellano: "Parto de la base de que los actores hablan su lengua materna". Me parece sensacional. No tengo nada que decir. De entrada, cualquier adaptación, cualquier nueva lectura de los clásicos me merece un respeto colosal. Se podría reprochar que el criterio no se cumple en el caso de Tom Sturgess, uno de los actores de la obra, que es inglés y habla en catalán, pero eso es una minucia. Merteuil y Valmont, sin embargo, solo utilizan el castellano cuando están solos, es decir, cuando engrasan la maquinaria privada de la seducción. Cuando hablan con otros lo hacen en catalán. Y así lo justifica la directora: “Para mí tiene un sentido dramatúrgico, porque cuando son libres hablan en castellano, y así subrayo la libertad de estos personajes, pero después hablan en catalán porque es la lengua imperante (sic), la lengua del poder”. Quizás sin quererlo, Carol López, ha ido más allá del "sentido dramatúrgico" (por cierto, criticable, porque quienes tienen el poder, en la obra, son justamente Merteuil y Valmont) y ha certificado lo que hace tiempo denunciaba el filólogo Pau Vidal: “Lo que ocurre es más bien una especie de latinización: el catalán se convierte en el idioma de misa, de los actos solemnes”. Sentirse libre es hablar en castellano. "No debería resultar extraño para nadie", dice Carol López, "debe resultar natural". Por supuesto, Carol. Ya lo tenemos asumido. El catalán se latiniza y, al devenir un vulgar, se convierte en otra lengua, como ocurrió con el latín y las vulgares, enterrado el original en la cripta noble de un convento. Y nosotros, naturalmente, en espectadores de las exequias.

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