Contaminación

Dioxinas y basura cero

La Generalitat envió millones de datos "erróneos" al juzgado que investiga la incineradora del Besòs

Para encontrar una solución definitiva a la cuestión de la incineración de residuos tenemos que atajar el problema de raíz y replantearnos nuestros hábitos de consumo

Un hombre juega con sus perros junto a la incineradora de Tersa, en Sant Adrià de Besòs.

Un hombre juega con sus perros junto a la incineradora de Tersa, en Sant Adrià de Besòs. / ZOWY VOETEN

Adela Muñoz Páez

Adela Muñoz Páez

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Cuando oigo la palabra dioxina, se me viene a la cabeza la cara de Viktor Yúschenko, el líder pro-occidental candidato a la presidencia de Ucrania en las elecciones de 2004, cuya cara fue deformada por el cloracné provocado tras ser envenenado con esta sustancia. Yúschenko ganó esas elecciones y recuperó en parte su salud; tuvieron menos suerte los vietnamitas cuyos bosques fueron fumigados con el agente naranja contaminado con dioxina por el ejército norteamericano, o los de la ciudad italiana de Seveso, víctimas en 1976 de un escape de esta sustancia de una fábrica de la localidad que afectó a más de 35.000 personas. 

Y es que la dioxina, familia de compuestos cuyo miembro más conocido es la 2, 3, 7, 8-tetraclorodibenzodioxina (TCDD), junto con los furanos, de estructura similar, son los miembros más peligrosos de los Contaminantes Orgánicos Persistentes (COP), cuya toxicidad es 100 veces superior a la del cianuro. Aunque las dosis de exposición no sean tan altas como las que sufrieron Yúschenko o los habitantes de Seveso, según la OMS, dosis muy pequeñas ya pueden provocar problemas de reproducción y dermatológicos, afectar el sistema inmunitario o interferir en el funcionamiento de las hormonas y causar cáncer. Además, como es un compuesto completamente simétrico, resulta apolar y por tanto insoluble en agua, por lo que no se elimina del cuerpo humano con la orina o las heces, sino que se almacena en el tejido adiposo, donde permanece de 7 a 11 años, porque al ser muy estable no se descompone.

A pesar de que ni es sintetizada por el hombre ni producida en la naturaleza, la dioxina está en todas partes. Uno de los sitios en los que se forma son unas instalaciones que empiezan a ser imprescindibles en nuestro mundo superpoblado y superconsumista: las incineradoras de residuos, unos inventos del demonio para las organizaciones ecologistas, que según las autoridades locales resultan imprescindibles para que no terminemos enterrados en la basura que generamos. 

Ambos tienen razón en parte: por un lado, la quema indiscriminada de residuos da lugar a emisiones de gases tóxicos, por otro, la acumulación de residuos sólidos en los vertederos de las ciudades amenaza con devorarlas. Una posible solución es quemar los residuos de forma controlada y a temperaturas lo suficientemente altas para que tenga lugar la descomposición de sustancias como la dioxina (unos 900 ºC). Este proceso resulta caro y es difícil de controlar, porque los residuos al quemarse también aumentan la temperatura, por lo que mantener la caldera de la incineradora a una temperatura dada no es como pisar el acelerador del coche. Hay que ajustar temperatura conforme se van quemando los residuos (de ahí la necesidad del uso del algoritmo) y monitorizar la concentración de dioxinas en los gases emitidos para que no entrañe riesgo para la salud, 0,1 nanogramos/metro cúbico1 , según la Unión Europea. Esa cantidad es tan pequeña que resulta técnicamente muy difícil medirla.

Teniendo en cuenta la complejidad del problema, lo más útil no es seguir discutiendo de quién es la culpa del (supuesto) mal funcionamiento de la incineradora del Besòs, porque en realidad la culpa es nuestra por generar tanta basura. Para encontrar una solución definitiva, tenemos que atajar el problema de raíz, replantearnos nuestros hábitos de consumo y trabajar para llegar a la situación de 'basura cero', como la que han conseguido países como Suecia y ciudades como San Francisco y otras muchas de Estados Unidos, Italia, Japón, Canadá o Brasil. 

Trabajar para conseguir llegar a la situación de 'basura cero' no es una opción, es una necesidad.