Industria editorial

Editorial

Los editoriales están elaborados por el equipo de Opinión de El Periódico y la dirección editorial

Editorial

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Transparencia en el sector del libro

Conquista histórica de los autores.

El acceso de los escritores a las cifras de ventas les permitirá un control más real de cuál es su público

Librería

Librería / EPC / MANU MITRU

Las vacilaciones, un año más, sobre cuáles han sido los títulos más vendidos en Sant Jordi pueden ser utilizadas para renovar las sombras de duda sobre la transparencia del mundo editorial. Pero en realidad obedecen más a las peculiaridades de esta jornada (con la presión por anunciar podios de ganadores cuando las librerías aún están abiertas) que a la opacidad del mercado del libro. Otra cosa muy distinta es la extrema dificultad de saber qué libros se están vendiendo, dónde y cuánto a lo largo del año. Para el propio autor e incluso para el editor. Y aquí sí que las peculiaridades del negocio editorial lo sumen todo bajo una espesa bruma: el editor vende su libro al distribuidor (esas son sus cifras en tiempo real) y este al librero, que a su vez puede devolverlo y ver reembolsado su precio en cualquier momento. Los libreros españoles que suponen cerca del 70% del volumen de libros pusieron en marcha un sistema que controla en tiempo real las ventas, Librired, para facilitar la gestión de las editoriales. Ahora tendrán acceso también a estos datos los autores, que podrán tener una información más fiable y sobre todo más veloz que la que se desprende de las liquidaciones de derechos que acaban enviándoles sus editores. Aunque de estas cifras estén ausentes grandes operadores como Amazon o algunas cadenas de grandes superficies que no renuncian a guardar sus datos como oro en paño. 

Ese ejercicio de transparencia quizá dejará en evidencia algunas actuaciones fraudulentas. Sin duda permitirá un control más real por parte del autor de cuál es su público lector. Aunque quizá sea también una dura confirmación de las exiguas cifras de ventas, especialmente para los autores que han venido a denominarse como literarios, cada vez más lejos de poder alcanzar o mantener su condición de profesionales de la escritura a tiempo completo. 

Algunos de los escritores consultados prefieren poner el foco en reclamar un aumento en el porcentaje sobre el precio de venta al público del libro que les corresponde (sobre el 10%) más que en si las cifras de ventas les llegan de forma más o menos transparente. No parece fácil: más allá del coste físico de producción, ese 90% restante sostiene los costes de personal y locales de las librerías, la logística de la distribución, la estructura de las editoriales y el trabajo del resto de profesionales. Ciertamente, es posible reducir intermediarios. Ese el por ejemplo el modelo de grandes plataformas de comercio 'online', que querrían desplazar o reducir a un papel residual a libreros, distribuidores e incluso editores.

En mercados donde las reglas de precios flexibles han tenido más campo libre, los resultados (guerras de precios a la baja rozando el 'dumping' para desplazar a los actores tradicionales) no siempre han acabado beneficiando los ingresos de los autores. O lo han hecho fugazmente a costa de dejar tocados de muerte a algunos eslabones de la cadena del libro (como las librerías independientes en EEUU y el Reino Unido) sin los que muchos autores, especialmente los menos orientados al mercado masivo, tendrán dificultades serias para acabar llegando a sus lectores. Hay margen para ganar eficiencia en el sistema de distribución, y acotar el irracional círculo de producción compulsiva y devoluciones masivas, pero la cadena del libro que va de autor a editor y librero tiene mucho que ofrecer a todos ellos.