Aventuras en Sanxenxo

Juan Carlos, el nuevo Ulises

Si percibe que entre los arrecifes andan mujeres con los pechos al descubierto, hacia allá dirige el timón

El rey emérito ya navega por aguas de Sanxenxo.

El rey emérito ya navega por aguas de Sanxenxo. / RAFA VÁZQUEZ

Albert Soler

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El mundo de la mar me ha interesado desde que trabajé dos veranos en los cruceros turísticos de L’Escala, llevando a los turistas hasta una recóndita cala donde los emborrachábamos a base de sangría barata y los regresábamos a puerto ebrios y felices, qué tiempos. Por eso, por llevar el mar en la sangre, he seguido con atención las aventuras de Juan Carlos en Sanxenxo, y me he enterado de que compite en clase '6m' porque esos veleros disponen de un hueco que le viene que ni pintado para quedar ahí encajonado, no hay más que verle para saber que no está para mucho más que eso.

El exrey -no andemos con eufemismos tipo “emérito”, es exrey y se acabó-, participa en regatas encajado en su puesto, como un click de Famobil de tamaño natural. Antes de hacerse a la mar, los demás tripulantes cargan con él, lo instalan en su lugar, y en cuanto oyen el “clic” que indica que ha quedado perfectamente insertado, sueltan amarras e izan velas. El método de los clicks es el más sencillo, mucho más que acoplar a Juan Carlos a rosca, opción que se descartó a pesar de que daría muy bien en televisión, porque a su edad -venga dar vueltas sobre si mismo hasta quedar fijado- podría marearse, lo cual no casa con la imagen de intrépido navegante que gusta de promocionar. La del exrey es una forma un tanto peculiar de participar en una actividad -dicen que- deportiva, quiera Dios que por algún percance de la travesía no se vean obligados a soltar lastre, porque Juan Carlos sería el primer peso muerto que lanzar por la borda.

No es el primer navegante que surca los mares amarrado al barco. El primero del que se tiene noticia fue Ulises, que ordenó que lo ataran al palo mayor del navío para poder escuchar sin temor los cantos de las sirenas. En tiempos de Ulises no existían todavía los veleros '6m', con su cajoncito para quedar ahí atorado mientras el resto de la tripulación suda la gota gorda entre velas, cabos y trinquetes, así que hubo que recurrir a unas cuantas sogas. Más vale que el Bribón no tropiece con sirenas en ninguna de sus singladuras, porque Juan Carlos no tiene el aguante de Ulises, y si percibe que entre los arrecifes andan mujeres con los pechos al descubierto, hacia allá dirige el timón, no va a salvar su honra ni siquiera el tener cola de pescado y escamas en lugar de nalgas; menudo es él.

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