Más Simon y menos Borràs
La decisión de la realizadora catalana no solo es respetable a nivel personal, sino que es sana para la democracia
Emma Riverola
Escritora
Carla Simon ha fichado por Junts para las elecciones municipales. Ese es el titular que ha despertado ampollas. ¡Oh, dios, Simon es de derechas!, profieren algunos mientras se rasgan las vestiduras. Lo cierto es que la brillante cineasta apoya a una persona en la que confía en un pueblo de 1.700 habitantes. ¡1.700! Para entendernos, ni siquiera llenan el Palau de la Música. Cualquiera que conozca la realidad política de los pequeños municipios sabe que las alcaldías se ganan más por programa y talante del candidato que por las siglas. Y no solo en las pequeñas poblaciones. Solo así se explican casos tan paradigmáticos como el alcalde comunista de Zamora en una ciudad en que la suma de votos de PP y Vox se impone en las elecciones autonómicas.
En realidad, poco importa el partido que ha elegido apoyar la cineasta Carla Simon en las próximas elecciones municipales. Sí, es Junts, quizá una de las formaciones que aún aglutina los elementos más estrambóticos del ‘procés’, pero también es el partido heredero de aquel ‘pal de paller’ que acumulaba mayorías en Catalunya y que retiene en sus filas a cabezas más que asentadas (aunque, a veces, sufran en silencio). La decisión de Simon no solo es respetable a nivel personal, sino que es sana para la democracia. Nos recuerda que la política es cosa de todos, incluso de personas brillantes y exitosas que no necesitan buscar cobijo en los vericuetos partidistas. Hay generosidad en la decisión de Simon (pues ya podía imaginar las reacciones), un rayo de luz en tiempos de mezquindad.
Porque para eso, para la mezquindad, basta con mirar un poco más arriba en la estructura de Junts. Ahí está Laura Borràs, condenada por el Tribunal Superior de Justícia de Catalunya (TSJC) a cuatro años y medio de cárcel y a 13 de inhabilitación por los delitos de prevaricación y falsedad documental. Sí, ahí sigue, luciendo su presidencia en el partido y agarrada a su acta de diputada y a la presidencia del Parlament. El desprecio de la ley y la falta de ética han acompañado a Borràs a lo largo de su carrera política. De ahí esa exaltada, continuada y populista insistencia en tachar de persecución ideológica lo que es el normal ejercicio de la justicia para proteger a la ciudadanía de la cleptocracia y demás abusos del poder.
Borràs no es la víctima, es el abuso torticero. Es la demagoga que juega con la ciudadanía que la engaña sin escrúpulos. Es el ‘yo’ superlativo y egoísta. La política (es decir, todos) necesita más Simon y menos Borràs.
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