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Ponsatí como experimento
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
Albert Sáez
Seguramente, para muchos, el nombre de Clara Ponsatí les dirá muy poca cosa. Fue 'consellera' de Educación en el gobierno de Carles Puigdemont y, para la fiscalía, la responsable de que las escuelas catalanas abrieran para que se hicieran las votaciones del 1-O. Por ello, con la reciente reforma legal se la acusa de desobediencia, pero no ya de sedición ni de desórdenes públicos agravados ni de malversación. De manera que, desde hace semanas, podría haber vuelto y esperar juicio en su casa como está haciendo su excompañera de gabinete Meritxell Serret. Pero no, volvió ayer previo aviso a la prensa para que los Mossos dirigidos por Esquerra la detuvieran en el centro de Barcelona para ser posteriormente puesta en libertad y citada por el juez Llarena para el próximo 24 de abril. Para entender este movimiento hay que tener en cuenta tres elementos.
En primer lugar, se trata de una de esas personas que llegaron a la política entorno al procés del 2017 más por reacción que por acción. Ponsatí asegura que perdió una plaza de profesora visitante sufragada por el CESIC en la Universidad de Georgetown por sus declaraciones a favor del llamado derecho a decidiir. Una versión victimista que fue ratificada en su momento por el exministro de Exteriores, el dialogante José Manuel García Bargallo que vino a decir que con dinero público español no se podían defender determinadas ideas. Ponsatí forma pues parte de la capa de activistas que se sumó a Puigdemont por encima de las siglas políticas y de la lógica política partidista.
En segundo lugar, Ponsatí comparte abogado con Puigdemont. Su llegada a Barcelona le puede servir a Gonzalo Boye para evaluar los posibles daños de un retorno del expresident. Comparten la condición, de momento, de eurodiputados, pese a lo cual el juez se dispone a procesarlos, pero ahora se verá cómo reacciona la eurocámara ante la detención de uno de sus miembros a los que, todavía, no ha levantado la inmunidad. Este experimento también servirá al propio juez Llarena y al mismo gobierno de Pedro Sánchez, deseoso de que Puigdemont vuelva para sacar pecho ante el PP y para normalizar también a Junts para la vida política por lo que pueda psar en diciembre.
En tercer lugar, Ponsatí servirá para medir el estado de ánimo independentista dentro de la propia Junts y en relación a Esquerra. Volver a Barcelona y no a Madrid para que sean los Mossos los que la detengan es un regalo para el candidato Xavier Trias, cuyo sobrino acompañó en todo momento a Ponsatí antes de la detención, para restar un puñado más de votos a Esquerra. Pero ahora pone al candidato en un brete: ¿acudirá a los actos de desagravio que la minoría unilateralista irredenta organizará en esta precampaña? Veremos a cuáles y con qué talante. Una u otra opción le puede hacer perder votos, pero también la confianza tácita que hasta ahora le han otorgado simultáneamente Puigdemont, que sigue siendo el principal cartel electoral de este espacio, y las fuerzas fácticas que quieren echar a Colau. Tres experimentos en un movimiento, como táctico nadie gana al expresident.
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