La sobrepoblación de jabalís y el espíritu de Obélix
La Generalitat alienta el consumo de cerdos salvajes para paliar la plaga
Olga Merino
Periodista y escritora
Escritora y periodista. Master of Arts (Latin American Studies) por la University College of London (Beca La Caixa/British Council). Fue corresponsal de EL PERIÓDICO en Moscú en los años 90. Profesora en la Escola d'Escriptura de l'Ateneu Barcelonès. Su última novela: 'La forastera' (Alfaguara, 2020).
En un viaje a la antigua Checoslovaquia, me sirvieron estofado de ciervo en una taberna. Como estaba nevando y había gazuza, mastiqué sin rechistar pero al más puro estilo Bohumil Hrabal, esto es, con buenos tragos de cerveza, para contrarrestar el gusto montaraz del guiso. Encima, la carne estaba un punto dura. Para evitar la mordedura correosa, los franceses orean el animal durante un tiempo antes de echarlo a la cazuela (‘faisander’, lo llaman). Y la receta catalano-occitana del ‘civet’ aconseja macerar la pieza —faisán, liebre, jabalí, conejo— otro buen rato en un adobo que puede incluir tomillo, laurel, romero, flores de orégano, ajo, un buen chorro de vino tinto y, a veces, miel y un poco de sangre del animal.
Pensaba en eso, en los viejos recetarios, al saber que el Govern se ha propuesto reactivar el consumo de jabalí, una carne «ecológica y de proximidad, con tradición», en palabras de Anna Sanitjas, directora de Ecosistemas Forestales, con el fin de paliar la sobrepoblación en los montes. Por de pronto, la Generalitat ha pedido que se capturen al menos 6.700 cerdos salvajes, hasta finales de mayo, en 38 municipios de Girona que se encuentran en alerta cinegética. También los payeses de Lleida están que trinan con una plaga de conejos que devora la corteza de los frutales hasta casi matarlos, una invasión contra la que piden usar fósforo de aluminio y redes nocturnas.
¿HAMBURGUESA DE CONEJO?
Ante el crecimiento exponencial de la fauna salvaje, tal vez pronto los supermercados rebosarán de hamburguesas de conejo de monte y fuet de ‘porc senglar’. Aunque, la verdad, parece preferible degustar una Pilsner Urquell, incluso caliente, al estilo centroeuropeo, invocando el espíritu de Obélix, quien finalizaba cada aventura zampándose uno o varios jabalís.
Llegados a este punto, me disponía a rematar la faena citando la supuesta revelación del periodista francés Lucas Jakubowicz, director de la revista ‘Décideurs’, en el sentido de que la editorial inglesa que publica 'Astérix y Obélix' estaría planteándose retocar los álbumes de Uderzo y Goscinny para ocultar los jabalís asados y las escenas cinegéticas de la captura de estos animales, porque podrían resultar afines al maltrato animal. Una decisión que iría en la estela del ‘blanqueo’ de Roald Dahl. Pero resulta que se trata de una trola, una broma que el tal Jakubowicz se ha apresurado a desmentir tras el revuelo organizado en Francia (iban a hacerlo picadillo o ‘civet’). Lo que faltaba, ¡por Tutatis! A los puritanos de la hipercorrección política, solo cabía añadir los graciosillos.
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