Apunte

Las lágrimas de Pau Gasol

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BKN-BKO-SPO-MEMPHIS-GRIZZLIES-V-LOS-ANGELES-LAKERS / Harry How / Getty

Luis Mendiola

Luis Mendiola

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El nombre de Pau Gasol permanecerá ya para siempre ligado a la historia de los Lakers. La legendaria franquicia de la NBA colgó en la madrugada del 8-M su camiseta junto a la Kobe Byrant y otras nueve leyendas del equipo californiano en el cielo del Staples Center, como reconocimiento a su brillante trayectoria en el equipo con el que conquistó dos anillos de campeón.

Es difícil valorar en España la dimensión de lo que se vivió en una ceremonia emotiva, en la que el malogrado Kobe estuvo muy presente. Fue su mentor, su amigo, su refererente. Es comprensible que Pau se emocionara y se le escaparan las lágrimas. En el deporte estadounidense, sin embargo, no existe mayor honor que el que recibió en una noche inolvidable.

El homenaje que le rindieron los Lakers no deja de ser la consecuencia de 20 años de transitar por la excelencia. No se entendería el baloncesto español del siglo XXI sin su figura y es indiscutible que su nombre aparece ya como uno de los mejores de la historia del deporte en nuestro país, lo cual no es poco teniendo en cuenta que en ese Olimpo aparecen nombres como los de Rafa Nadal, Alonso, Induráin, Carolina Marín, Mireia Belmonte, Marc Márquez o Andrés Iniesta.

Pau Gasol fue pionero y abrió una senda que otros siguieron, pero no solo destacó dentro de la pista. También fuera. Por su implicación en ayudar a los jóvenes y en mejorar la sociedad. Lo hizo desde su etapa en Memphis, implicándose con Unicef, o con varios hospitales también en Los Angeles o en Chicago. Y ahora desde su Fundación. Desde sus inicios, quiso demostrar que no hay metas imposibles y que solo hay que creer y empujar.

Sus ‘haters’, que también los tiene, critican su excesiva corrección. Pero no hay postureo en Pau. Solo empatía. Siempre tuvo un afán de mejorar y explorar sus límites en todos lo sentidos. En la selección consiguió crear un ambiente especial. El término 'familia' nació de su implicación por cohesionar a un grupo único, al que transmitió su gen competitivo. En Memphis demostró que era capaz de andar solo el camino. Y en los Lakers, que su techo era el cielo.

No necesitaba abrazarse a Kobe para justificar su presencia en Los Angeles. Los Lakers lo necesitaban. Entre las dos estrellas surgió una relación sincera, que fue consolidándose con el tiempo y que ahora, sin Kobe, continúa igual de fuerte con su familia. La presencia de Vanessa Byrant a su lado, en la retirada de la camiseta, no era impostada. Como tampoco lo fueron sus lágrimas.

“Ni en un millón de años lo habría imaginado”, dijo Pau visiblemente emocionado. Si hay lágrimas de satisfacción eran las suyas, porque ha llegado más allá de lo que podía soñar y porque lo ha hecho rodeado de los suyos, de su familia, de sus amigos. Ahora recoge lo que con tanto mimo sembró.

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