La campaña militar (90) | Artículo de Jesús A. Núñez Villaverde

Munición: máxima prioridad para Ucrania

Cobra pleno sentido la demanda ucraniana de acelerar y acrecentar el ritmo de entrega de munición, cuando Rusia ya ha iniciado su esperada ofensiva de invierno

Volodimir Zelenski, presidente de Ucrania, rinde homenaje a las tropas en el primer aniversario del inicio de la invasión

Volodimir Zelenski, presidente de Ucrania, rinde homenaje a las tropas en el primer aniversario del inicio de la invasión / PRESIDENCIA DE UCRANIA

Jesús A. Núñez Villaverde

Jesús A. Núñez Villaverde

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Enfrascados en los múltiples problemas que plantea política y militarmente la demanda ucraniana de carros y aviones de combate, tanto para resistir la embestida rusa como para lanzar una próxima ofensiva de primavera, puede parecer que cualquier otro asunto resulta de menor entidad. Y, sin embargo, ahora mismo la necesidad primordial para Kiev es garantizar que cuenta con la munición suficiente para sostener su empeño bélico.

Derivado de sus propias deficiencias de partida y, desde el inicio de la invasión rusa, del castigo que está sufriendo en sus infraestructuras esenciales, Kiev no cuenta con capacidad propia para fabricar la diversidad de municiones que emplean sus fuerzas armadas. El problema se agrava al considerar que, gracias al creciente suministro de armas por parte de los países del Grupo de Contacto de Ramstein, actualmente las unidades ucranianas disponen de un material muy diversificado con calibres y características desconocidos en principio para sus industrias de defensa. Por lo tanto, ante la imposibilidad de fabricarlos por sí mismos, quedan en una situación de absoluta dependencia de sus suministradores extranjeros.

Y en ese punto la situación resulta aún más peliaguda. Por un lado, Kiev queda a expensas del grado de voluntad política de quienes se han alineado en su favor, sabiendo que no todos ellos estarán dispuestos a poner en sus manos todo lo que demande, aunque solo sea por temor a las represalias que Rusia pueda ejercer contra quienes se signifiquen de ese modo. Pero, por otro, aunque estos últimos se decidan a hacerlo se encuentran ante una realidad derivada de las decisiones tomadas desde el final de la Guerra Fría. Decisiones que llevaron a reducir los efectivos, el material, el equipo y el armamento de sus propios ejércitos, considerando que ya no iban a tener que implicarse en una guerra convencional de media o alta intensidad.

Eso significa, en esencia, que desde entonces han reducido tanto el volumen de munición almacenado en sus arsenales y polvorines como los encargos que realizan anualmente a las empresas del sector para reponer lo gastado o lo que queda obsoleto. Adicionalmente, esas mismas empresas han reaccionado disminuyendo sus líneas de producción, en línea con la menor demanda. En consecuencia, ahora, cuando Ucrania se juega su propia existencia en una guerra de alta intensidad, que le exige un altísimo consumo diario de todo tipo de municiones, desde los fusiles de asalto hasta los proyectiles de 155mm y los misiles de largo alcance, no puede extrañar que Zelenski y sus altos mandos militares se encuentren crecientemente agobiados. Saben que, aunque también sufra problemas por falta de componentes avanzados, Rusia dispone de una capacidad industrial mucho mayor que la ucraniana y de una economía más potente para sostener el esfuerzo a largo plazo. Saben igualmente que su modelo básico de actuación en el campo de batalla, aprovechando también su superioridad demográfica, busca la victoria por aplastamiento del enemigo mediante la reiteración de esfuerzos, con claro protagonismo artillero.

Por todo ello, cobra pleno sentido la demanda ucraniana de acelerar y acrecentar el ritmo de entrega de munición cuando Rusia ya ha iniciado su esperada ofensiva de invierno. Queda por ver hasta dónde se implica la Unión Europea, con Josep Borrell tratando de convencer a los Veintisiete de la necesidad de realizar compras conjuntas empleando incluso el Fondo Europeo de Apoyo a la Paz, tal como ha propuesto Estonia.

Suscríbete para seguir leyendo