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El Barça, ¿un club de segunda?

Enríquez Negreira

Enríquez Negreira

Albert Sáez

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Las bombas racimo se despliegan por el terreno y explotan en diferentes latitudes a la del impacto principal. El 'caso Negreira' es para el Barça una bomba racimo que ha impactado en los presidentes pero sus efectos se van a ir dispersando por muchas de las actividades del club. Una de ellas es la financiera. Martí Saballs disecciona cómo se está negociando la emisión de deuda de 1.500 millones de euros para financiar el nuevo estadio del club. Una emisión calificada por una agencia de segundo orden un eslabón por encima de los bonos especulativos, lo que obligará a pagar un 5,5% de tipo de interés, bastante por encima de la media del mercado. El efecto Negreira es que, entre los escenarios de riesgo que se analizan, ya aparece la posibilidad de que el club acabe militando en segunda división, algo inimaginable hace solo unos meses. Y el escenario se asume, pero tiene un coste el mero hecho de que les haya pasado por la cabeza.

La sección de Deportes lleva días analizando esta bomba racimo. Albert Guasch explica que diversos colectivos de opinión del club azulgrana exigen a la actual junta de que acelere en buscar las explicaciones del fenómeno. Mientras que empleados del club de diversas épocas reconocen que nadie sabe exactamente por qué concepto se pagaban esas abultadas facturas. La maledicencia ya dice que esa partida ha sido durante años "el sueldo del presidente de turno". Veremos adónde determina la justicia que fue a parar ese dinero en efectivo que retiraba el exárbitro. Sea como fuere, la carcoma del caso va recorriendo los estamentos del club en uno de sus peores momentos. Cuestiona los títulos de la época más gloriosa, afecta a todas las directivas de las últimas dos décadas, expone los límites de la gobernanza de las sociedades anónimas deportivas que gestionan miles de millones de euros, acaba con la superioridad moral del 'més que un club' y, en la hipótesis más favorable, deja a los directivos y ejecutivos como una pandilla de lerdos a los que un exárbitro les tomó el pelo. Ni Núñez en sus peores momentos, que fueron realmente malos, colocó una bomba racimo de esta potencia en el club. 

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