Artículo de Sergi Sol

Jové y Salvadó

Todo siguió un guion más o menos acorde con el espíritu de la mesa de diálogo. Hasta que llegó la reforma de la malversación y ahí lo que se agrietó fue la confianza entre los dos lados de la mesa

Oriol Junqueras, con Lluís Salvadó y Josep Maria Jové, en un acto de ERC

Oriol Junqueras, con Lluís Salvadó y Josep Maria Jové, en un acto de ERC / ENRIC FONTCUBERTA / EFE

Sergi Sol

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Primero fueron los indultos. Todos los que estaban en prisión salieron a la calle. Luego llegó la derogación de la sedición, que irritó profundamente a la derecha española. Y resquebrajó al PSOE. Aunque también irritó a parte de un independentismo -como ya ocurriera con los indultos- al que rompió la cintura. Porque admitir los hechos era tanto como reconocer que la mesa de diálogo (y negociación) era operativa y daba sus frutos. Todo siguió un guion más o menos acorde con el espíritu de esa mesa, sujeta a no pocos vaivenes. Hasta que llegó la reforma de la malversación y ahí lo que se agrietó fue también la confianza entre los dos lados de la mesa.

Es obvio que la reforma del delito pretendía suavizar las penas cuando no mediera enriquecimiento ilícito. Es obvio también que hay una guerra sin cuartel entre una parte muy poderosa de la judicatura y el Gobierno de Pedro Sánchez.

Como también que esa reforma de la malversación arreció la tormenta. Al punto que el PSOE y el Gobierno -superados por la nueva oleada de críticas- salieron a sacar pecho de esa reforma como una garantía de que los damnificados judiciales por el 1 de Octubre no se irían de rositas. E incluso avalando la interpretación de Llarena y Marchena, que es obvio que no responde para nada al espíritu de la reforma como sus Señorías togados escriben sin tapujos en sus resoluciones.

A Jove y Salvadó (subordinados de los indultados) les piden 7 y 6 años de cárcel. Además de extraordinarias inhabilitaciones. Por no hablar de los millones de euros en fianzas que ya tuvieron, entre otros, que satisfacer. Los republicanos parecen tener claro que no se puede dejar a nadie tirado en el camino. Y han trabajado intensamente para arrancar concesiones al Gobierno, intentando maximizar sus diputados mientras los de Puigdemont se limitaban a hacer ruido en contra, proclamas al viento y sembrar de minas el camino de los republicanos. Como la derecha española al PSOE.

Si entran en la cárcel volveremos a las andadas. Y Sánchez debería preguntarse de qué habrá servido todo si, en el último momento, él mismo se enmienda por no ser capaz de seguir aquello de a lo hecho, pecho.

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