El negocio de las plataformas

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Netflix, solo un síntoma

El ‘streaming’ adopta nuevas políticas de contenidos y precios que pondrán a prueba la fidelización del usuario

Netflix prepara un año 2023 repleto de grandes estrenos.

Netflix prepara un año 2023 repleto de grandes estrenos. / EP

En las últimas semanas, la conversación entre los usuarios de las plataformas de 'streaming' ha estado centrada por el cambio de política de abono de Netflix. El aumento de precios de su modalidad 'premium', los recargos adicionales para seguir compartiendo el acceso a una misma cuenta desde distintos hogares o las medidas disuasorias para quienes lo hacían, pero que complican situaciones familiares distintas del hogar nuclear, no han sido precisamente bien acogidas. Con todo, este arriesgado paso de la compañía que suma más de 200 millones de abonados en todo el mundo es solo un síntoma de un replanteamiento general del sector. Lejos ya el 'boom' de la televisión por cable, y luego del 'streaming', que llevó a hablar de una edad dorada de las series televisivas, y también superada la fiebre del oro que hizo que cada vez más jugadores se lanzasen a ocupar su espacio propio en este territorio prometedor, la burbuja ha encontrado ya sus límites. Y los operadores, muchos de ellos al mismo tiempo gigantes tecnológicos amenazados en muchos otros frentes, tratan ahora de que no estalle.

Por un lado, con la búsqueda de nuevos ingresos con iniciativas como las de Netflix o la incorporación de publicidad para diversificar las fuentes de ingresos y retener usuarios no dispuestos a multiplicar su gasto. Por el otro, por la vía del control de los costes vía fusiones, despidos, cancelaciones y ajuste del (hasta ahora irracional) volumen de producción. Y finalmente, con un replanteamiento de su oferta, que hoy analizamos: apuestas seguras, explotación reiterada de franquicias consolidadas, reducción del riesgo creativo...

La ficción serializada distribuida a domicilio no solo ha dejado en estado delicado a la industria cinematográfica por haberse impuesto al largometraje como formato y a las salas de exhibición como lugar del consumo. También lo ha hecho por haber ofrecido a una parte no menor del público una producción de ocio adulta y de calidad de la que el cine de Hollywood se alejaba en beneficio del espectáculo y de la repetición de fórmulas cada vez menos sorprendente. Quizá que el 'streaming' busque su viabilidad en esta misma receta hiperexplotada no sea la solución infalible. La multiplicación de servicios segregados en los últimos años también ha hecho más difícil otra de las bazas que pudo jugar esta nueva forma de consumo audiovisual: que una serie se convirtiera en un lugar común de la conversación social (lo que fue posible solo cuando los servicios a los que abonarse se podían contar con los dedos de una mano, no en un momento en que no solo el número de títulos, sino el de cuotas a pagar, pasa a ser inabarcable). 

En un momento de contracción del gasto familiar, las ofertas de suscripción (de ocio, en el campo del espectáculo o del deporte, pero también informativas, o de acceso a servicios de 'software') deben ajustar su política de precios y buscar su razón de ser en su relevancia para el usuario, en dura competencia con multitud de necesidades, intereses, fidelidades y tentaciones. De momento, los inversores parecen estar premiando la cura de adelgazamiento de las grandes plataformas. Falta ver si los usuarios seguirán encontrando los mismos motivos para mantener su fidelización.