Artículo de Joaquim Coll

¿Dejar gobernar a la lista más votada?

No se trata de dejar gobernar a la lista más votada sin más, sino de reformar el sistema electoral para facilitar la gobernabilidad y mejorar la representación

Feijóo presenta su plan con 60 medidas para la regeneración institucional

Feijóo presenta su plan con 60 medidas para la regeneración institucional / EFE / Román Ríos

Joaquim Coll

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El PP de Núñez Feijóo se muestra tan seguro de quedar primero en las próximas elecciones generales que acaba de rescatar la idea de dejar gobernar a la lista más votada como principio general. Es una oferta política que no conlleva ninguna propuesta de reforma legislativa bien definida, lo que subraya su carácter oportunista. Recordemos que, en 2019, el PSOE quedó ampliamente por delante del PP en las legislativas de abril y, pese a que los conservadores no podían articular ninguna mayoría alternativa, no facilitaron la investidura a Pedro Sánchez. Hubo repetición electoral pues el líder socialista no quería a Podemos en el Gobierno, mientras Ciudadanos, liderado entonces por Albert Rivera, seguía soñando con relevar al PP en la derecha y anatemizaba el “sanchismo”, acusándolo de preferir un pacto con podemitas e independentistas. Tras las segundas elecciones, Sánchez tuvo que tragar sapos y culebras: nombró a Pablo Iglesias vicepresidente y firmó un acuerdo con ERC que incluía concesiones semánticas sobre la existencia de un “conflicto político” que chocaban con otras afirmaciones suyas favorables al restablecimiento del delito de convocatoria ilegal de referéndum o sobre el cumplimiento íntegro de las penas por el 'procés', etc.

La hipocresía del PP con su propuesta de dejar gobernar a la lista más votada, particularmente en los ayuntamientos, se responde preguntando quién ganó las últimas municipales en Madrid. Pues bien, fue Manuela Carmena, que no pudo repetir en la alcaldía por el pacto entre populares y naranjas. En los ayuntamientos es elegido alcalde quien queda primero en apoyo popular, excepto que otro candidato obtenga mayoría absoluta en la primera votación en el consistorio, que fue lo que logró José-Luis Martínez Almeida. También Ada Colau, que revalidó la alcaldía gracias al apoyo del PSC y de la mitad de los concejales del grupo de Manuel Valls, pese a quedar segunda por muy pocos votos detrás de ERC. Ganar no significa gobernar, y más en los ayuntamientos, donde el PP muchas veces se ha ido a la oposición porque no tenía con quien pactar frente a un PSOE capaz de vertebrar acuerdos con otras fuerzas.

Para el Congreso, la circunscripción es la provincia con una sobrerrepresentación de los territorios menos poblados. Aunque el bipartidismo se ha debilitado, el ‘bibloquismo’ derecha / izquierda se ha enquistado desde 2018, de manera que el PP solo puede pactar con Vox, descontando ya al cadavérico Ciudadanos y algunas pequeñas fuerzas regionalistas. Y en cuanto al PSOE, Sánchez no tendrá otra que repetir la fórmula actual, incluso con más dificultades, pues podría darse el caso de que Núñez Feijóo sacara más diputados pero no lograse sumar mayoría absoluta con la extrema derecha. Imagínense, si ahora Sánchez ya es tratado de ilegítimo por según quien, si no quedase primero, la polarización cainita subiría muchos enteros.

Por tanto, frente a la fragmentación, sería bueno reformar la ley electoral para facilitar la gobernabilidad a la lista más votada en el Congreso. Una opción sería regalarle 50 diputados, como sucede en otros países y algunos expertos proponen. La otra, convertir el Congreso en una verdadera cámara de representación de la ciudadanía, y para ello nada mejor que una circunscripción única en toda España, tal como sucede con la elección de los representantes españoles en el Parlamento europeo. Es proporcional y, aunque no hay barreras electorales, los partidos con menos opciones se coaligan para garantizarse su representación.

Una elección así nos daría una imagen mucho más precisa de la correlación de fuerzas, sobre todo entre derecha e izquierda. Indudablemente obligaría también a hacer coaliciones o pactos de legislatura para sumar mayoría absoluta, para que los partidos territoriales (regionalistas, soberanistas y separatistas) no impongan costosos peajes que desquician el debate político. La contrapartida a esa reforma para el Congreso sería otra para el Senado, que la convirtiera en una cámara exclusivamente de representación territorial. En resumen, no se trata de dejar gobernar a la lista más votada sin más, sino de reformar el sistema electoral para facilitar la gobernabilidad y mejorar la representación.

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