ERC y la Unión Europea
Hay un componente grotesco en la escenificación urdida por Esquerra, quien sabe si con el conocimiento de estrategas de La Moncloa
Valentí Puig
Escritor y periodista.
En Bruselas, Puigdemont ha hecho todo lo contrario de los representantes del textil catalán que iban por España con el bloc de encargos. Sería un exceso fatalista suponer que ERC tampoco se fía de la Unión Europea pero no hay otra manera de interpretar que Aragonès –como presidente autonómico- asista a la cumbre franco-hispana con Macron y Pedro Sánchez mientras Junqueras se manifiesta con el independentismo. El secesionismo comenzó diciendo que Angela Merkel mantendría una Catalunya independiente en la Unión Europea y concluyó que si la Unión Europea no integraba una Catalunya fuera de España lo mejor era no ser europeos.
Jordi Pujol pretendía otra hipérbole capciosa: que en la Unión Europea se creyese que Catalunya era más europea que el conjunto de España. Esa fue la tesis inicial. La Catalunya industrial, regeneracionista, culta y rica era más europea que nadie. Luego no bastó la Asamblea de las Regiones de Europa que Pujol había presidido y el “procés” acabó ocasionando la marcha de bancos, empresas y capital humano. No hubo Oficina Europea de Medicamentos.
Hay un componente grotesco en la escenificación urdida por ERC, quien sabe si con el conocimiento de estrategas de La Moncloa: “Sumemos los votos todavía ilusionados con el “procés” a los votos de los desilusionados y lo que quede del pujolismo: agítese antes de usarlo”. Aragonès será el chico aplicado que sale en la foto con Sánchez y Macron; en la calle, Junqueras invocará los espíritus del Prats de Motlló con Macià, octubre de 1934 con Companys y referéndum ilegal de 2017. Al fin y al cabo, el Gobierno de PSOE-Podemos necesita los escaños de ERC.
Más allá del localismo, la pregunta de más envergadura es hasta qué extremo el “procés” ha perjudicado los intereses sociales y económicos de Catalunya. Y si, concretamente, desprestigia la marca Barcelona. En una Unión Europea extremadamente competitiva, parpadeas y te quedas sin una inversión comunitaria: se la apropia un país que no parpadee. La Catalunya del “procés” ha parpadeado tanto que todo se ha hecho borrosa. Es la fatiga de la mirada. Si la táctica bifrontal de ERC tiene precedentes, lo que no tiene es credibilidad.
Cuando incluso los ecologistas alemanes hablan de reindustrialización, una Catalunya desorientada parece ajena a ese gran envite europeo. Thierry Breton, impetuoso comisario de Mercado Interior y autor de una novela precursora sobre ciberguerras –en España, 'Softwar: guerra suave'-, propugna una estrategia de incentivación a la industria frente al coste energético, el proteccionismo norteamericano y la competencia asiática. ¿Una Europa proteccionista? Sea lo que sea, importa más a la Catalunya real que manifestarse contra la cumbre hispano-francesa este jueves. Si los dilemas de la Unión Europea significan tan poco para ERC será porque se dedica a ser independentista y autonomista al mismo tiempo, pactista y por la ruptura, de izquierda y de derecha, búnker y barricada, identitaria y anarco, fraternal y xenófoba, republicana y accidentalista, roja y azul al mismo tiempo. Ni tan siquiera Jordi Pujol llegó a tanto. Que ERC lo intente no genera expectativas positivas. Muchos lo han intentado pero hasta ahora nadie logró ser carne y pescado a la vez.
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