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Wagner, el covid y la decadencia de las autocracias
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
Albert Sáez
Marc Marginedas ha destapado una de las caras más lúgubres del régimen de Putin. Buena parte de sus andanzas militares las ha sustentado a través de Wagner, una siniestra compañía que contrata mercenarios en las prisiones rusas. Ahora se calcula que ha enviado a combatir a Ucrania entre 20.000 y 40.000 condenados por asesinatos o violaciones. Un claro síntoma de la decadencia de la Rusia que Putin representa. Esa es una patria que nadie quiere defender con el corazón sino solo con la cartera. Toda la épica imperial reducida a la más miserable de las codicias. Como explica Juanjo Fernández, Ucrania no es ni el primer conflicto ni el único en el que Putin ha empleado a Wagner por lo que según algunos especialistas se le podría considerar un Estado patrocinador del terrorismo y desterrarlo definitivamente de la comunidad internacional. Putin estaría a un paso de ser un paria.
El desenmascaramiento de Putin, agravado por la matanza de soldados mercenarios de la pasada Nochevieja, coincide en el tiempo con el de otro régimen que, a principios del siglo XX, también deslumbró a algunas élites occidentales y que algunos pusieron de modelo en la gestión de la pandemia del covid-19. La política de 'covid cero' de China naufraga estos días mostrando todas sus miserias: mayores de 65 años sin vacunar, dosis sin completar, una vacuna de fabricación propia de baja eficacia, etc. Lo que algunos vieron como una ventaja basada en el control social de la población confinándola para evitar contagios masivos se ha acabado convirtiendo en un inmenso pozo negro de ineficiencia y de ineficacia. Recuerdo hacia el año 2010 a Javier Solana en una conferencia en Esade advirtiendo del peligro de las élites occidentales de deslumbrarse con los mandarinatos y las autocracias. Al final, acaban en la decadencia, como avisó hace casi tres décadas Joseph Stiglitz en el momento en que Occidente las admitió en el mercado global. Un error que aún pagamos. Hacer negocios con quienes no respetan las reglas de la democracia convierte el libre mercado en un mercado del estraperlo, de la búsqueda de ventajas competitivas que no se basan en la mejora de la productividad o en el ingenio sino en el aprovechamiento de las asimetrías normativas.
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