La Barcelona flamenca del tirititrán

Érase que se era una bulliciosa ciudad portuaria, que aún vivía de espaldas al mar cuando arribó a sus puertas una pareja con su pequeño espectáculo flamenco: Luis Adame, madrileño, tocaor, y la bailaora de origen malagueño Irene Alba. Recalaron en el número 35 de la Rambla, una arteria sin turistas en 1970 pero atestada de buscavidas y ‘marines’, en un local entonces regentado por Joan Gaspart, del grupo HUSA, y Matías Colsada, empresario teatral del Paral•lel («soooomos las chicas aleeegres que trajo Colsada para quitarles el mal humor»). El matrimonio Adame había dado vueltas por medio mundo en ‘tournées’ con compañías de postín, y hete aquí que acabaron convirtiéndose en los propietarios del Tablao Cordobés y en su alma, vamos. Pues bien, el establecimiento festeja su cincuentenario.

En realidad, el aniversario se cumplió en enero de 2020, el año del fatídico covid, el confinamiento y las restricciones, de manera que las botellas de cava han tenido que descorcharse ahora, tres años después. La fiesta del 50 + 3, la misma edad que acaba de cumplir el primer teniente de alcalde Jaume Collboni, quien se acercó al sarao, celebrado el martes a mediodía. Acudió mucha gente: las bailaoras Milagros y ‘La Chana’; Mimo Agüero, de El Tablao de Carmen (Amaya); Lluís Cabrera, el fundador del Taller de Músics; Sílvia Ferrando y Eva Navas, del Institut del Teatre; la historiadora del flamenco Montse Madridejos; Xavi Massip (Amics de la Rambla); y Rafa Perona, guitarrista y presidente del Centro Cultural Gitano de La Mina. Y María Rosa Pérez Casares, hija de la pareja, quien regenta ahora el negocio. 

Grafiti de FERT

Se arracimó un buen grupo de gente en plena calle, en lo que acabó resultando un espectáculo muy ramblero, como aquella tertulia futbolera en torno a la fuente de Canaletes. El ampurdanés Jordi Comas, conocido por el nombre artístico de FERT, ha pintado un mural en la puerta del párking contiguo al tablao, un retrato colorista y pop de Luis e Irene, los fundadores, en sus buenos tiempos. Hubo brindis y parlamentos y ganas de celebrar el esfuerzo que ha supuesto mantener las esencias: rodeados de gofres y sangría, lo fácil habría sido sucumbir al plástico, al gato por liebre, pero por el Cordobés ha pasado lo mejor de lo mejor, de los antiguos y de la savia nueva. Al cante y al baile.

Subí la Rambla acordándome de Enrique de Hériz, un amigo que se fue sin irse del todo, y de lo mucho que le gustaba el tirititrán. Una vez me mandó un email que aún conservo: «¿Para qué escribir si todo está en el flamenco?». Y la letra de una soleá: «Piedra fui, perdí mi centro/ y me tiraron al mar;/ mas con la fuerza del tiempo, / mi centro volví a buscar».

Suscríbete para seguir leyendo