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Qatar, de mal en peor

Una imagen de Doha, capital de Qatr

Una imagen de Doha, capital de Qatr / AFLAH P HUSSSAIN

Albert Sáez

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Las cosas han acabado peor de lo que empezaron. El paso de los días ha logrado el objetivo que perseguían los cínicos: hemos dejado de hablar de los derechos humanos en Qatar y nos hemos centrado en el fútbol. Las supuestas bondades de la celebración del Mundial en un país gobernado por una dictadura como reclamo para denunciar la situación de las mujeres, de los trabajadores y de los disidentes no se han visto por ningún lado. Al contrario, los jefes de Estado de los países democráticos se han dejado ver con el emir a todas horas y han aprovechado para intentar hacer negocio como siempre, bajo mano. Para acabarlo de rematar, Emilio Pérez de Rozas ha explicado que la final que veremos el domingo, Argentina-Francia, Messi-Mbappé, es justa la que querían los catarís cuando se compraron el PSG y compraron el Mundial. No se pierdan la charla que ha tenido Emilio con Sergi Mas en el Pódcast de EL PERIODICO. Y el final del Mundial coincide con el 'Catargate' en el Parlamento europeo del que explicamos las principales claves. En resumen, la dictadura de Qatar sale reforzada después del Mundial, su manera de hacer negocios se impone en el jardín europeo y el cinismo gana, una vez más. 

Algunas voces llevan tiempo advirtiendo de que ese exceso de cinismo está laminando la salud de las democracias occidentales como ocurrió con las bacanales en el Imperio Romano. No sé si estamos tan mal, porque el cinismo deja pocas huellas en los libros de historia, con lo que se acentúa la idealización del pasado. No creo que Macron sea especialmente más cínico que De Gaulle y, ni que decirlo, que Pétain. Pero lo cierto es que la transparencia de la época actual hace menos sostenible el principio de que en política exterior no hay valores sino intereses. El cinismo exagerado mina la autoridad de los gobernantes en una época en que es más determinante que el poder porque los relatos pesan más casi que las leyes. El Mundial de Qatar no ha sido nada excepcional. Ese es el síntoma de la decadencia, cuando las bacanales son el pan de cada día. 

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