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Identidad y celebraciones
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
Albert Sáez
La extrema derecha se puso nerviosa con el España-Marruecos del Mundial de Qatar. Primero, lanzó a sus sabuesos mediáticos a buscar jóvenes españoles de ascendencia marroquí a preguntarles a qué selección iban a animar. Y les reprendieron por ser malos españoles que no sentían los colores de la Roja. Luego, tomando como referencia el espejo belga, azuzaron la preocupación de las policías por posibles altercados tras el partido. Y tras la derrota de España, como ha explicado Jordi Basté en RAC 1, se dedicaron a tratar de encender los ánimos con fotos falsas en las redes sobre las supuestas tropelías de los seguidores de Marruecos. Hay que decir que las celebraciones de la victoria sobre España no fueron muy diferentes de las que se hubiera producido con los papeles cambiados: coches con bocinas, aglomeraciones en el centro de las ciudades y algún contenedor quemado por los que se esconden en cualquier multitud que se forme para provocar tumultos.
Este serial fubolístico ha despertado, de la mano de los nacionalistas más banales, un cierto debate sobre la identidad de estas segundas generaciones, en este caso de ascendencia marroquí. Supongo que a los que les critican por ser españoles pero sentirse marroquies, les parece lo más normal del mundo que los hijos de los venezolanos del barrio de Salamanca sigan animando a su selección o manifestándose contra Maduro. Claro, su caso lo consideran diferente. Pero en puridad es lo mismo. Los hijos de cualquier emigración no se comportan homogéneamente. Conocemos hijos o nietos de exiliados republicanos o de trabajadores españoles de los años 60 que no han mantenido vínculo alguno con España. Y otros, que lo mantuvieron hasta el punto de volver cuando pudieron, tanto por razones políticas como económicas. No veo por qué los que vienen a España desde otros países hay que juzgarles de manera diferente a los españoles que se fueron a otros países. La identidad es algo muy sensible que se envenena con la política. Vox ha reintroducido el debate en España como una parte del nacionalismo lo hizo en Euskadi o en Catalunya. En lugar de fijarse en la camiseta que lucían, deberían fijarse en el lugar que eligieron para celebrar. ¿Hay algo más catalán para celebrar una victoria futbolística que La Rambla? Compartamos los espacios respetusosamente, y dejemos a cada uno identificarse con lo que más le guste.
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