Artículo de Carme Poveda

Medidas más efectivas para contener la inflación de la oferta

Una solución podría ser la planteada por el economista Joseph E. Stiglitz, en la que se introducen incentivos en el ahorro real de energía a la vez que se contienen los precios

La construcción de instalaciones de energía verde puede producir importantes emisiones de carbono, según un estudio

La construcción de instalaciones de energía verde puede producir importantes emisiones de carbono, según un estudio / PEXELS

Carme Poveda

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La inflación continúa en niveles elevados, a pesar de que ha iniciado una tendencia a la baja en España, no así aún en muchos países europeos. En Alemania ha llegado al 11,6% y en Italia al 12,6% el mes de octubre. Por no hablar de las subidas de precios que se están produciendo en los países del Este, con inflaciones superiores al 20% en Estonia, Lituania y Hungría. Las causas de esta elevadísima inflación son los precios de la energía y de los alimentos. Por lo tanto, si tenemos que priorizar algunas medidas resulta evidente que tendrían que ser aquellas que tengan como objetivo contener los precios de estos grupos de productos, evitando así que se trasladen a los precios finales de otros bienes y servicios.

La política monetaria está contribuyendo a frenar la presión de la demanda, pero no olvidemos que estamos viviendo una inflación que es mayoritariamente de oferta. Es cierto que es más fácil aplicar políticas de contención de la demanda que de oferta porque la mayoría de las crisis pasadas han sido de demanda y sabemos bien cómo funcionan. Comento a continuación algunas de las medidas de oferta que se están debatiendo y que podrían ser efectivas (y las que no).

Para contener los precios de la energía, hace unos días hemos conocido la propuesta de la Comisión Europea. Su plan es limitar temporalmente el precio del gas a un valor máximo de 275 euros por MWh si este se registra durante 15 días seguidos. Este nivel solo se ha logrado este verano, cuando se llegó a unos registros históricos y no durante 15 días continuados, por lo tanto, ni en aquel momento de precios máximos se hubiera aplicado el tope. La medida, que difícilmente algún día se pondría en práctica, ha suscitado el rechazo de la mayoría de países europeos, que incluso la han calificado de “tomadura de pelo”. Es más, con un precio actual elevado, que se sitúa alrededor de los 120 euros por MWh, podría incluso inducir a un incremento artificial de los precios que se acerque al tope este invierno.

Ante la propuesta decepcionante de Bruselas hay que buscar otras soluciones como la que propone el economista norteamericano y premio Nobel de Economía Joseph E. Stiglitz. Los economistas son grandes defensores de la fijación del precio de la electricidad según el coste marginal, porque crea incentivos a invertir en las tecnologías más limpias y porque sus consecuencias distributivas suelen ser pequeñas en tiempos normales. Este sistema fija el precio de la electricidad según la última fuente de producción que permite cubrir el 100% de la demanda de energía, que actualmente son los ciclos combinados de gas. Al dispararse el precio del gas, el coste marginal ha aumentado muy por encima del coste mediano (recordemos que el coste de generación de las fuentes de la energía eólica o solar es prácticamente cero) y esto ha encarecido el precio final de la electricidad. Stiglitz propone un sistema más simple, que algunos países ya están estudiando o aplicando con un modelo similar, como Alemania, y que conserva la mayor parte de los incentivos a la fijación de precios según el coste marginal, pero sin los efectos distributivos. Según esta propuesta, se permitiría a los hogares y empresas comprar el 90% del consumo del año pasado a los precios del año pasado, y entre el 91% y el 100% a un precio mucho más elevado, un 150% más por ejemplo. Por lo tanto, se introducen incentivos en el ahorro real de energía a la vez que se contienen los precios. Empieza a haber economistas que defienden que allá donde hay errores de mercado (aumento de los ingresos extraordinarios de compañías energéticas a expensas de familias y empresas) hace falta que intervenga el Estado con medidas correctoras. El mercado de la electricidad tal como funciona actualmente es adecuado en tiempos normales, pero no en tiempos excepcionales de guerra.

El segundo objetivo prioritario de las medidas contra la inflación tendría que ser contener el encarecimiento de los precios de los alimentos. La Política Agraria Común (PEC) puede cambiar el sistema de incentivos para aumentar la producción en Europa y para compensar el fuerte incremento de algunos costes de producción (fertilizantes, abonos, energía...) que están sufriendo los agricultores. También hay que evitar que se puedan producir posiciones dominantes o de carencia de competencia en algunos mercados. Promover el consumo de alimentos de proximidad, la economía circular o revalorizar el trabajo en el campo, promoviendo la innovación y la atracción de talento, son medidas que permitirían sortear la problemática a corto plazo sin dejar de mirar a largo plazo. El PERTE agroalimentario, que abrirá convocatoria las próximas semanas por 400 millones de euros, tendría que ir en esta dirección.

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