Ágora

La plaza Sant Felip Neri, nuestro centro de gravedad

El binomio plaza – escuela, lugar – uso es el garante de la red de equilibrios sociales que ha hecho funcionar este espacio público durante años y que hay que preservar

BARCELONA 08/11/2022  Sociedad.  Manifestación de familias de la  escola San Felip Neri   FOTO de FERRAN NADEU

BARCELONA 08/11/2022 Sociedad. Manifestación de familias de la escola San Felip Neri FOTO de FERRAN NADEU / FERRAN NADEU

Josep Maria Boronat

Josep Maria Boronat

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"Fem via, Lluc! Arribem tard a l'escola!", es la frase que día tras día se escucha en casa y seguramente en la mayoría de hogares con niños. Al abrir la puerta de la calle no sabemos qué nos encontraremos. Esto es lo que tiene vivir en Ciutat Vella, vivir en el Gòtic. Caminando por la Baixada de Santa Eulàlia, a las nueve menos cuarto de la mañana, ya encontramos a los grupos de turistas que se amontonan ante la Santa, escuchando al guía que les explica su historia, como siempre, exagerándola y embelleciéndola. Mientras subimos vamos encontrando a compañeros de escuela: hoy a Lola, ayer a Martí y Arnau, y empezamos el eslalon, esquivando a los turistas rápidamente para evitar que otro grupo nos atrape antes de entrar en la calle de Sant Felip Neri. Una vez dentro, las risas de los niños ya nos dan la bienvenida. En la plaza, los niños juegan, corren, gritan, mientras hacen la cola para entrar en la escuela. Los padres y madres aprovechan para hablar con las maestras, también para charlar entre ellas, para hablar, en definitiva, para conocerse.

Esta cotidianidad, aparentemente normal, se convierte en un hecho insólito y casi único en barrios como el Gòtic, donde los espacios de encuentro vecinal han acabado desapareciendo por una presión turística desmesurada que ha hecho ingobernable el espacio público, y que aparta, arrincona y expulsa a sus vecinos y vecinas.

Pero, ¿a qué es debida esta excepcionalidad? Pues a dos variables muy concretas, al lugar y al uso.

El lugar es la plaza, la plaza como sujeto y objeto pero, sobre todo, como escenario de relaciones sociales. Un espacio que acoge y no expulsa, que protege y no expone, que genera espacios de igualdad y no jerarquiza, que integra y no fragmenta, que ve y es visto.

El uso es la escuela, una escuela que traspasa sus límites físicos y ejerce un control democrático de la plaza, y que empodera a los niños y a las familias que la usan día tras día. Una escuela generadora de capital social y cívico, la cual a través de sus valores compartidos ayuda a crecer socialmente a su entorno más próximo.

Este binomio plaza – escuela, lugar – uso, es el garante de la red de equilibrios sociales que ha hecho funcionar este espacio público durante años, y es el que hay que luchar para preservar. Luchas que quieren ser tildadas de conservadoras pero que, en realidad, son las más transgresoras puesto que se enfrentan a la globalidad imperante. Las familias de la escuela de Sant Felip Neri lo sabemos bien.

Esto nos demuestra y constata que, ante la homogeneización turística impulsada por la economía global, que hace aparecer los mismos negocios sea cual sea la ciudad, solo nos queda apostar por mantener aquello único, reivindicando el espacio público; o crear ecosistemas que permitan preservar este espacio promoviendo una cotidianidad colectiva.

Con el reciente paso a la red pública de la escuela Sant Felip Neri esta excepcionalidad se mantiene, garantizando la continuidad del trinomio escuela, niños y plaza. Y lo hace en el corazón de la ciudad, en el lugar más débil, en el lugar más expuesto, gritando fuerte y lanzando un mensaje de esperanza: ¡todavía es posible vivir en el Gòtic!

La impotencia del espacio público para dar respuesta a este reto no es única del Gòtic, de Ciutat Vella ni de Barcelona, es un reto global que hay que combatir desde abajo, generando orden urbano desde la interacción social y local. Y el lugar idóneo para empezar a hacerlo es desde las plazas. Tomemos las plazas como unidad de medida, pensémoslas como auténticas infraestructuras urbanas relacionales, como centros de gravedad de los barrios, como generadoras de comercio de proximidad, como contenedoras de equipamientos y de servicios públicos, y que se conviertan en la semilla para empezar a retejer el futuro de nuestros barrios y ciudades.

Franco Battiato buscaba su “centro di gravità permanente...”, nuestros barrios ya lo tienen, son sus plazas, ahora solo hay que activarlas socialmente.

Por todo esto solo nos queda decir que: defender la escuela es defender la plaza y hacer barrio.