Artículo de Andreu Claret

Yolanda Díaz en la selva de Podemos

El proyecto de la vicepresidenta necesita de Podemos tanto como Podemos la necesita a ella, si aspiran a mejorar o, al menos, mantener el pasado resultado electoral

La  líder de la plataforma Sumar y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, atiende a los medios de comunicación tras mantener un encuentro con productores y productoras de la artesanía alimentaria extremeña

La líder de la plataforma Sumar y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, atiende a los medios de comunicación tras mantener un encuentro con productores y productoras de la artesanía alimentaria extremeña / Jero Morales

Andreu Claret

Andreu Claret

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Desde que entró a formar parte del Gobierno, Yolanda Díaz ha sido una de las ministras mejor valoradas. En algunas encuestas, la que más. Por encima del aprobado o rozándolo, desde que es vicepresidenta. En el polo opuesto, las dos ministras de Podemos, Ione Belarre e Irene Montero, son las que obtienen peor puntación. Aceptemos que, en política, los sondeos no lo son todo, y para la izquierda de la izquierda, aun menos. Sería absurdo pensar en listas y proyectos basados únicamente en algo tan efímero como la popularidad. Ahí están los ejemplos de Albert Ribera e Inés Arrimadas para huir del papanatismo demoscópico. No se puede hacer política solo con las encuestas. Pero, ¿se puede hacer contra ellas? Máxime cuando no se trata de un dato puntual, sino de algo que se repite mes a mes, sondeo a sondeo, basado en los logros de la vicepresidenta. Mientras ella suscita interés, confianza, e incluso ilusión, las lideresas de Podemos no consiguen romper el techo de su exiguo universo electoral.

Para Pablo Iglesias, todo tiene una explicación. Sus dos correligionarias no levantan cabeza porque tienen en contra las fuerzas del mal. Desde las derechas que, efectivamente, las tienen en su punto de mira, hasta la ‘progresía mediática’ que él denuncia desde este bunker del progresismo sin adjetivos que es La Base. O sea, tener la peor valoración es una virtud y tenerla demasiado alta es motivo de todas las suspicacias. Algunas explícitas, como cuando Yolanda Díaz sostiene que España necesita un ‘proyecto de país’ y se le ocurre mencionar el que propuso Felipe González en los años 80. De poco sirve que ella nunca haya defendido un proyecto socialdemócrata. Basta con que no le haya echado en cara a González lo de la cal viva, para que Iglesias la critique en todas las tertulias donde se gana el pan. Y para que Juan Carlos Monedero y las redes afines a Podemos insinúen que la vicepresidenta primera está haciendo méritos para asegurarse un puesto en las candidaturas del PSOE.

Si la operación de acoso y derribo desatada contra Yolanda Díaz desde que anunció su intención de liderar una iniciativa transversal (Sumar) solo tuviera implicaciones para la izquierda de la izquierda, la cosa no tendría tanta importancia. Supondría añadir otro episodio cainita más a los muchos que atesora la izquierda española. El último de ellos, las andaluzas, donde la guerra entre facciones facilitó las cosas al PP.  Lo que ocurre es que, tal y como está el patio electoral, de los resultados que obtenga la izquierda del PSOE puede depender que Alberto Núñez Feijóo llegue o no a la Moncloa, a pesar de sus patinazos intelectuales y sus complejos ante Isabel Díaz Ayuso. Dicho de otro modo, a un año de los comicios, todo indica que, con los escaños que obtendrá la actual mayoría de la investidura, a Pedro Sánchez pueden no salirle los números. Solo si el proyecto de Díaz consiguiera atraer indecisos, abstencionistas, mujeres y jóvenes mileuristas que pasan de votar, podría evitarse que el PP gobernara España de la mano de Vox. Así están las cosas. Con encuestas o sin ellas. Basta con comprobar el escaso entusiasmo suscitado por la reunión celebrada por los cuadros de Podemos estos últimos días, para preparar las candidaturas a las municipales.

Puede que Yolanda Díaz, sola, sea un espejismo. Aunque era otro proyecto, desde el fracaso estrepitoso de Miquel Roca en las legislativas de 1986, sabemos que sin implantación territorial no se pueden ganar elecciones. O sea que el proyecto de Diaz necesita, efectivamente, de Podemos, tanto como Podemos la necesita a ella, si aspiran a mejorar o, al menos, mantener el pasado resultado electoral. Siendo así, ¿dónde está el problema? Según Iglesias, en las políticas. En los últimos días ha insistido en que lo fundamental es “alejarse de la izquierda domesticada”, aunque ello suponga quedarse igual o peor. ¿Díaz, domesticada? Tendrá Iglesias alguna información de la que carecemos el común de los mortales para afirmarlo. A tenor de cómo la trata la derecha, no lo parece. Y por lo que dice de ella la CEOE, tampoco. ¿Y si fueran las listas, o las cuotas de poder, las que suscitan resquemor, en vez de ser las políticas? Es más, puede que las políticas sean una cortina de humo, como hace Pablo cuando acuña una teoría tan interesante como sorprendente. Para la izquierda, solo hay dos fuerzas que importan de verdad: Podemos y el independentismo catalán. Él y Artur Mas. Así las cosas, se entiende mejor la operación destinada a que Yolanda Díaz se pierda en la selva de Podemos. Constituye un estorbo para hacer la revolución.

Suscríbete para seguir leyendo