Limón & vinagre | Artículo de Josep Cuní

García-Margallo, el persistente

Mientras él buscaba diálogo y debatía en televisión con Junqueras sorteando el intento de boicot de los suyos y otros cínicos aliados, su colega Fernández Díaz optaba por la guerra sucia que tan mala imagen ha dado a aquel Gobierno de Rajoy

Margallo, sobre la Vía Catalana: "Me produce una enorme tristeza y preocupación"

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Josep Cuní

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Dicen que estudiar en los jesuitas imprime carácter. O que esto pasaba cuando sus escuelas estaban regidas por miembros de la orden. Hombres cultos con ideas claras seguidores de la doctrina de San Ignacio de Loyola que les inculcó que “la pereza es el anzuelo del infierno para atrapar almas”. Por esto, aprovechar el tiempo, ayudar a entender, aplicar un método y ordenar las ideas potencia la capacidad de enfrentarse a los retos de la vida. Que no son ni pocos ni fáciles. Y, se acepte o no, este es el debate que subyace bajo las reiteradas polémicas que acompañan los habituales cambios de modelos educativos en este país.

También es cierto que, a pesar de que el fundador insistía en educar en la humildad, algunos de sus testamentarios convertidos en grandes intelectuales acabaron actuando con tal aire de superioridad y displicencia que les alejó del mundanal ruido olvidando que “no tener moderación muchas veces es causa de que el bien se convierta en mal y la virtud en vicio”. Pero así es la vida. Una aventura que no una excursión en definición de J.J. Benítez quien a partir de su exitoso 'Caballo de Troya', que va por el volumen 12, deduce que las religiones son un naufragio.

La Compañía de Jesús algo sabe de esto por sus históricos altercados públicos y sus rencillas privadas con otras ramas del catolicismo. Vicisitudes que suelen acabar con la llamada al orden por aplicación de la regla ignaciana que postulaba que “lo que ante mis ojos aparece como blanco debo considerarlo negro si la jerarquía de la Iglesia así lo entiende”.  

Que José Manuel García-Margallo (Madrid, 13 de agosto de 1944) se formara al amparo de Jesuitas le sirvió para disponer de una amplia, sólida y estructurada base cultural aunque no siempre acatando la disciplina partidaria si la consideraba errónea. Así lo expresó y aplicó en los turbulentos tiempos del 'procés' previos al referéndum de las frustradas esperanzas.  

Ministro de Exteriores en época Rajoy, su actitud difería de la que hubiera correspondido al titular de Interior. Y mientras él buscaba diálogo y debatía en televisión con Oriol Junqueras sorteando el intento de boicot de los suyos y otros cínicos aliados, su colega Fernández Díaz optaba por la guerra sucia que tan mala imagen ha dado a aquel gobierno sumergido en la Operación Catalunya que ahora la fiscalía avala investigar también desde Andorra por las presiones al Banco BPA.

En su búsqueda persistente de soluciones al laberinto español, García-Margallo firma junto a Fernando Eguidazu un libro en el que, siguiendo el espíritu de San Ignacio, alcanza la excelencia y la comparte. Páginas donde conjuga los errores cometidos desde la transición con las potenciales soluciones y revisiones constitucionales que resuelvan el contencioso territorial. También el blindaje del poder judicial para evitar bochornos como los actuales y preservar la división de poderes. Añade la economía social de mercado y lo propio de un político de extremo centro que lo ha sido todo excepto presidente de gobierno. Y no porque no lo intentara. Pero las bases del PP optaron por Casado y Saénz de Santamaría. Sobre el primero clama el error. Para la segunda, convertida en su gran rival, don José Manuel no suele encontrar palabra amable. Con elegancia jesuítica, claro. 

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