Artículo de Marta Buchaca

No tendría que haber dejado que pasara

Los delitos de abuso no tendrían que prescribir. Los abusadores son depredadores inteligentes, que saben manipular e invertir la situación de manera que a veces es la víctima quién siente que ha hecho algo mal

Isabel Coixet, con la productora y las actrices protagonistas de 'El sostre groc'

Isabel Coixet, con la productora y las actrices protagonistas de 'El sostre groc' / Javier Etxezarreta / EFE

Marta Buchaca

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Isabel Coixet ha estrenado 'El sostre groc', un documental preseleccionado para los premios Goya que se centra en la denuncia de nueve mujeres contra dos de sus profesores del Aula de Teatre de Lleida por abusos sexuales, ocurridos entre los años 2001 y 2008, cuando eran unas adolescentes. El techo amarillo era en lo que fijaba la vista una de las chicas mientras él abusaba de ella. La película, que toma el título de ese horror, es un documento pedagógico de visionado obligatorio.  

Era un abuso hecho desde la seducción, sibilinamente, me atrevería a decir que hasta con maestría. Porque cuando él veía que se propasaba, siempre tenía una excusa ligada al terreno pedagógico que ellas no tenían más remedio que aceptar. Porque él era el profesor y ellas las alumnas. Y el profesor es quien nos enseña lo que está bien y lo que está mal.  

Sus metodologías eran bizarras y macabras pero para ellas eran normales, porque eran lo único que conocían. Cerraba las luces del aula, y propiciaba que todos se tocaran entre todos. Y él participaba en el ejercicio como un alumno más. En esos espacios presuntamente pedagógicos había besos en el cuello, magreos y cosas que evidentemente un profesor no tendría que hacer con una alumna. Pero eran clases de teatro y él lo disfrazaba con la excusa de “los teatreros somos así”. Y ellas se creyeron que eso era lo habitual en el 'mundillo' y que para molar, para ser una actriz de verdad, tenían que participar en ese tipo de juegos. Hay un testimonio de una chica que cuenta cómo él le metió la mano en la boca, jugó con su lengua y le hizo hacer lo mismo a ella con la de él. Al acabar el ejercicio, maquiavélico, le preguntó delante de toda la clase cómo se había sentido y ella contestó: “muy bien”. Porque decir lo contrario era ser rara, era no pertenecer, era no ser guay. Y a eso es a lo que él jugaba, siempre desde su situación de poder y desde una diferencia de edad con las alumnas que cada año que pasaba era mayor. 

Ellas necesitaron muchos años para entender que lo que habían vivido como algo normal, eran abusos y que nada de lo que habían sufrido era culpa suya. Y, cuando, gracias al impulso de Dones a Escena se atrevieron a denunciar, se encontraron con la sorpresa de que el delito había prescrito. Legalmente, no se podía hacer nada.  

Tienen que pasar años para que alguien que ha vivido una situación así se identifique como víctima. Por eso el documental insiste en que los delitos de abuso no tendrían que prescribir. Los abusadores son depredadores inteligentes, que saben manipular e invertir la situación de manera que a veces es la víctima quien siente que ha hecho algo mal. Y necesita tiempo para entender que no es así, que lo que le han hecho creer durante años que era normal, era un delito. 

Hay una frase espeluznante que se repite en todos los casos que se cuentan en 'El sostre groc'. Después del abuso, cuando la niña (recordemos que no tenían más de 15 años), sin saber muy bien qué ha pasado ni cómo, en el momento que está aterrorizada y en 'shock' mirando fijamente ese techo amarillo que da título al documental, él le dice lo siguiente: “No tendría que haber dejado que pasara”. Y esa frase todavía hoy, días después de ver la película, me arde en el pecho. Una frase que convierte a la víctima en verdugo y al verdugo en víctima. Seguramente, la frase que se quedó grabada en la memoria de todas, la frase que hizo que tardaran años en entender que no eran ellas, era él.  

Ahora cabe esperar que el cine llegue a donde no ha podido llegar la justicia. Pero, sobre todo, que sirva para revolver conciencias, para que los que han visto cosas se planteen por qué giraron la cara y por qué no denuncian. Vi la película en un pase privado para académicos de la Acadèmia del Cinema Català. Al salir, unas profesionales del sector hacían corrillo. Una de ellas, totalmente tocada y encendida por el documental, preguntó: “¿Qué hacemos con los del cine? ¿Con los que todas sabemos lo que han estado haciendo durante años? ¿Lo que seguramente todavía siguen haciendo? ¿También vamos a callarnos, nosotras?”. No sé de quién hablaban, pero al oírlas confirmé que 'El sostre groc' es una película necesaria y que todo el mundo debería verla.

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