Apunte

Cenar después

Lo peor es el vértigo de asomarse de nuevo al precipicio de la Europa League y esa idea absurda de jugar en jueves

Decepción en las caras de Lewandowski, Piqué, Eric García y Pedri al finalizar el partido contra el Inter de Milán

Decepción en las caras de Lewandowski, Piqué, Eric García y Pedri al finalizar el partido contra el Inter de Milán / JORDI COTRINA

Jordi Puntí

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¿Cenar antes o después del partido? He aquí el dilema al que nos enfrentamos cada martes o miércoles los aficionados al Barça. Desde que, hace años, la UEFA instauró las nueve de la noche como hora oficial para los partidos de Champions, hemos ido aprendiendo qué es lo que más nos conviene, ya sea a golpe de empacho o estómago rugiente. Pienso sobre todo en los aficionados que ven el fútbol desde sus casas, pues en el Camp Nou o en el bar de la esquina no hay dudas: el partido sabe a cerveza y frankfurt. Pero cenar en casa, antes del fútbol, significa aplacar toda esa ansiedad acumulada a golpe de mandíbula, aunque sin saborear nada, como si solo se masticara el miedo. Y luego están las supersticiones: este miércoles, por ejemplo, seguro que más de un aficionado entretuvo la espera hasta las nueve devorando una pizza, como si el gesto simbólico de comerse la esencia italiana pudiera influir en el juego del Inter de Milán.

No: aunque acabe siendo muy tarde, lo más sensato es dejar la cena para después del partido. Si tu equipo ha perdido, todo eso que te ahorras: te vas a la cama sin probar bocado, como hacía Joan Gaspart, y si el hambre te despierta a medianoche atracas la nevera como un ladrón, para olvidar las penas. Si tu equipo ha ganado y bien, entonces la comilona tiene aires de banquete y celebración. Pero, claro, ¿qué ocurre con el empate? Y sobre todo con empates como el de esta noche entre Barça e Inter, que son una montaña rusa de emociones: ahora bien, ahora mal, ahora bien, ahora mal. ¿De qué lado se inclinó la balanza? El arreón final del Barça y el segundo gol de Lewandowski suavizaron una derrota con aires elegíacos y errores puntuales de la vieja guardia, pero lo peor es el vértigo de asomarse de nuevo al precipicio de la Europa League y esa idea absurda de jugar en jueves. Ante ese futuro, la duda persistía: ¿cenar o no cenar? Tras un breve debate conmigo mismo, al final decidí picar algo, sin ganas y por pura supervivencia, porque me temo que lo que tenemos entre manos es pan para hoy y quizás hambre para mañana. Buen provecho.

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