Limón & vinagre

Francesco Meloni y el "desdesastre" que pudo ser y no fue

Mientras te hundías en el narcotráfico, tu hija se unía a las juventudes fascistas. ¿Por qué no le leíste los cuentos de Gianni Rodari?

Francesco Meloni

Francesco Meloni

Emma Riverola

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La que liaste, Francesco. ¿Tanto te costaba quedarte en casa y contarle a tu hija Giorgia cuentos de Gianni Rodari? Vamos, si él también era italiano y comunista como tú. O no quedarte, tampoco es cuestión de prolongar matrimonios agónicos, pero sí seguir ejerciendo de padre. Esto sí que te tocaba, Francesco Meloni. Poco más de un año tenía la cría cuando pillaste un barco y te largaste para no volver. ¿Dónde está tu responsabilidad paterna? ¿Y dónde la histórica? Más cuentos y menos desprecios. Ahora, a un país entero le toca comerse aquel trauma infantil. ¿Qué digo, a un país? A todo un continente. Ahí estamos, conteniendo el aliento. Orbán, Le Pen y Abascal festejando la victoria de su conmilitona ultra. Todo, por tu mala cabeza. Ay, si Gramsci levantara la cabeza.  

Giorgia apenas pasaba un par de semanas contigo al año. En La Gomera. Isla que, dicho sea de paso, muy de camino no le pillaba. Aquellas vacaciones le proporcionaron algunos recuerdos indelebles. Como cuando estuvo a punto de morir ahogada a los tres años. La dejaste en un bote con una niñera que no sabía nadar. Desde entonces, uno de sus mayores temores es ahogarse. Se ve que tú estabas demasiado ocupado con tu restaurante. Pero, mira, los progenitores ocupados somos legión y no a todos nos han salido descendientes admiradores de Mussolini.  

A los 11 años se hartó la cría de ti. No se le puede negar determinación. Decidió borrarte de su vida. A ti, a tu comunismo, a la izquierda en general y a todo lo que oliera a progresismo. Lo que te decía, más cuentos de Rodari tenías que haberle contado. Fíjate, si hasta tenías el libro ideal: ‘Cuentos por teléfono’. Precioso. En España se puso de moda justo durante los años en que Giorgia te visitaba en las Canarias. Si es que no te hubiera costado nada. Cuentos muy cortitos para padres atareados, pero de una humanidad desbordante. Una auténtica gozada. Tiernos y surrealistas. Llenos de humor. Abrían universos fascinantes. Una invitación a la creatividad y a la bondad. Ay, qué diferente podría haber sido todo. 

Pero no. No dedicaste nada de eso a Giorgia. Y vuestros caminos dibujaron una suerte de trazo paralelo... hacia la oscuridad. En septiembre de 1995, supuestamente para saldar unas deudas, transportaste un alijo de 1.500 kilos de hachís. El velero fue interceptado en aguas de Menorca y tú, condenado a nueve años por tráfico de drogas. Mientras te hundías en el narcotráfico, tu hija se unía a las juventudes fascistas. En 1996, ya era presidenta de Azione Studentesca, el movimiento estudiantil de la Alianza Nacional. 

Siguiendo con tu vida errática (que tan cara nos va a salir), te integraste en las listas electorales de Ciudadanos en Blanco. Una agrupación que se autodefinía como una “plataforma no-partido” y cuya misión era sumar votos para que las instituciones lucieran escaños vacíos. Teniendo en cuenta que tu hija ya era ministra, la más joven del gobierno de Berlusconi, cuesta no ver aquello cierto ánimo de pataleta. A ella debió de encantarle aquel vídeo en el que aparecías afirmando: "Los políticos italianos son muy mentirosos”. Sin duda, lo tuyo siempre fue la pedagogía, el amor paternal y el buen rollo.  

¿Sabes qué cuento de Rodari podías haberle susurrado alguna noche de verano? ‘El país con el «des» delante’: Juanito Pierdedía era un niño viajero que llegó a ese peculiar país. Un ciudadano le quiso explicar cómo vivían. Primero, le mostró una “desnavaja”, que servía para hacer crecer los lápices cuando estaban desgastados. O el “desperchero”, en el que todo estaba colgado. Si alguien necesitaba una chaqueta o un abrigo, acudía a él y lo descolgaba. También la “desfotográfica”, que hacía caricaturas en vez de fotos y así todos se reían. Pero, sin duda, el objeto más valioso era el “descañón”: “Puede manejarlo incluso un niño. Si hay guerra, tocamos la destrompeta, disparamos el descañón y la guerra queda deshecha rápidamente”.  

Ay, Meloni padre, si hubieras hecho como el señor Bianchi, el personaje de ‘Cuentos por teléfono’. Era viajante de comercio y se pasaba la semana recorriendo el país, pero cada noche, a las nueve en punto, telefoneaba a su hija Varese y le contaba un cuento. La mayoría eran muy cortos, porque entonces las llamadas eran caras. Sí, quizá así la fantasía hubiera desbordado la cerrazón de las ideas. Y el amor, superado el resentimiento. Qué poco hubiera costado frenar esta oscuridad que viene. Tal vez ahora disfrutaríamos de un feliz «desdesastre". 

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