Santa Eulàlia llora de risa
A la Mercè le falta algo de magia. Quiere ser tan perfecta que no fluye como debería hacerlo
Yo, que siempre he tenido predilección por los débiles, que me gustan las cenas de poca gente y que, si voy a un concierto o al teatro, prefiero que sea en una sala pequeña, me cuesta empatizar con la fiesta mayor de mi ciudad. Barcelona. No soy muy de salir de juerga, pero me gustan las fiestas mayores de los barrios. Mi favorita, 'La festa major de Gràcia'. Incluso tuve el honor de ser su pregonera en la edición 199. Piel de gallina y una emoción difícil de explicar. Organizo cada año mis vacaciones para poder estar en Gràcia del catorce al veintiuno de agosto. Eso es sagrado. Luego vienen las de Sants. Más alternativas, pero muy auténticas. El mes entero se llena de fiestas, en Barcelona y en toda Catalunya. La festa major de Vilafranca, la de Manresa, la de Mieres, Amposta, Vilassar , Monells, y un largo etc. Y cuando parece que por fin ya podemos descansar, cuando ya se nos ha pasado la resaca y hemos guardado todos los vasos de plástico que no devolvemos porque nos hace ilusión coleccionar, entonces es cuando aparece la más grande de todas las fiestas: ¡La festa major de la Mercè! Que es como la madre de todas las demás. La que tiene los mejores conciertos, los gigantes más enormes, el 'correfoc' más largo, el cartel más discutido y el pregón más importante. Pero no me negarán que le falta algo de magia.
Quiere ser tan perfecta que no fluye como debería hacerlo. Al menos así lo siento yo. Para colmo, cada año llueve a cántaros. Dice la leyenda que es Santa Eulàlia, la primera patrona de la ciudad, que llora de rabia, de envidia o de pena. Quien sabe. Otra festividad que me gusta mucho es la fiesta mayor de invierno, precisamente la de Santa Eulàlia. Igual me gusta porque en invierno no estamos tan saturados de fiestas o porque, como os he dicho al principio, tengo predilección por los débiles. Aunque la verdad, es que Eulàlia lo fue todo menos débil. Torturada de forma muy violenta, crucificada y quemada con solo trece años por plantar cara al señoro que mandaba entonces. Aguantó como una jabata hasta morir y años más tarde fue canonizada. Valiente, reivindicativa, justiciera y solidaria. ¿Qué hizo la Mercè para robarle el sitio? Pues absolutamente nada. Los que rezaron por su virgen dicen que pararon una plaga de langostas que asolaba la ciudad y la hicieron patrona como agradecimiento, al responder a sus plegarias. Mucho menos romántico y tremendamente injusto, pero así fue como le arrebató el trono a la pobre Eulàlia. Pero la fiesta de la Mercè nos deja siempre con muy buen sabor de boca. El último día nos ofrece los fuegos artificiales. Esos que nunca van a ritmo de la música. Pero da igual, porque no lo vemos por la tele ni vamos a Montjuic. Nos reunimos con las amigas, en el tejado de Gràcia de la escritora y amiga Anna Manso y hacemos las paces con la Mercè, deseando que Santa Eulàlia esté con ella, viéndolo todo desde la otra punta del universo y riendo a carcajadas. Igual la lluvia es eso. Lágrimas de risa. ¡Ojalá!
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