Artículo de Care Santos

Noche de premios en Girona

bertrana

bertrana / MARC MARTI FONT

Care Santos

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Hacía tres años que no acudía a la gala de entrega de los Premis de Girona, que presumen de ser el pistoletazo de salida de la temporada literaria catalana (y que les perdone la Setmana del Llibre en Català). Este año cumplí con el ritual. Aparqué en el mismo descampado de siempre, aplaudí a las autoridades con entusiasmo dispar y me dispuse a pasarlo bien. Me gustan las entregas de premios. Me emociona la legítima alegría de los premiados. Acudo a ellos como quien va de cotillón. Además, los Girona me caen especialmente bien. No solo por su veteranía, también por sus arrestos. En los 55 años de existencia del galardón más longevo (el de novela Prudenci Bertrana) nada ha podido con ellos. Tampoco la pandemia, claro está. 

Este año, además, los Girona han estrenado premio, el Aurora Bertrana, uno de los pocos galardones que en nuestro terruño premia a los traductores, esos demiurgos de la palabra ajena a quien tanto debemos los lectores y de quienes casi nadie se acuerda. El premio fue para Yannick Garcia, traductor de Jane Austen, quien encandiló con un discurso lleno de inteligencia y amor por su trabajo, que quiso leer a pesar de que casi todo el mundo improvisaba y que llevaba guardado en un papel en el bolsillo.

Luego llegó el Cerverí. Un premio a letra de canción que lleva el nombre de un trovador gerundense del siglo XIII. Hubo cinco premios más, pero en esta columna no cabe tanta gente. Lo que sí cabe y debe hacerlo es la alegría súbita que provocó en los asistentes una canción titulada ‘S'ha mort l'home mes vell d'Espolla’, de La Ludwig Band. Habla de un difunto, pero en un tono tan festivo que hasta los ilustrísimos del público terminaron por corear el estribillo y dar palmas. Yo reconozco que la escucho en bucle desde que volví de Girona y que cada vez soy más fan de su existencialismo aparentemente simple (pero no) y de su letra irónica y con mensaje. Para mí fue uno de los descubrimientos de la noche. Así que viva La Ludwig Band. Viva quien nos regala arrebatos de alegre lucidez.

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