¿Habrá recesión?
El crecimiento durará hasta que el efecto negativo de la inflación y de la subida de tipos sobre el consumo y la inversión sea superior al efecto positivo de la recuperación del turismo y del consumo embalsado
Carme Poveda
Directora de Análisis Económico de la Cambra de Comerç de Barcelona. Miembro del Comité Editorial de EL PERIÓDICO
Carme Poveda
Una de las preguntas más recurrentes que me han hecho familiares y amigos las últimas semanas es: ¿habrá recesión?
La respuesta no es sencilla, pero intentaré explicarla aquí brevemente. En este momento, la economía española y la catalana están todavía creciendo y recuperándose del choque pandémico. Es decir, mientras que la mayoría de países de la UE recuperaron el año pasado el nivel de PIB que tenían antes del covid-19, en España todavía nos queda un 1,7% para volver al nivel que teníamos el 2019, cifra similar a la de Catalunya. La razón es que la recuperación de nuestra importante industria turística, que directa o indirectamente representaba el 12% del PIB antes de la pandemia, no empezó a elevarse con fuerza hasta este verano. Los efectos de este impulso del turismo junto con el consumo embalsado por las familias durante la pandemia, que nos hace hecho echar la casa por la ventana este verano, están actuando de motor de la economía, compensando incluso el efecto negativo del alza de los precios.
Pero, ¿hasta cuándo durará esta situación? Hasta que el efecto negativo de la inflación y de la subida de tipos de interés sobre el consumo y la inversión sea superior al efecto positivo de la recuperación del turismo y del consumo embalsado. Este momento probablemente llegará este invierno. Por eso, cada vez hay más proyecciones que apuntan a un estancamiento o ligera contracción del PIB a final de año, pero ni mucho menos comparable con la que probablemente se producirá en Alemania o Italia, economías mucho más dependientes del gas ruso.
De hecho, lo que persigue la política monetaria del Banco Central Europeo con la subida de los tipos de interés (ya situados en el 1,75% y que podrían volver a subir un 0,75% en octubre) es, precisamente, frenar la economía a través de un incremento del coste de la deuda y, de este modo, no añadir más presión sobre los precios de la que inevitablemente proviene de la energía y otras materias primas básicas. El resultado y la efectividad de la política monetaria no están exentas de controversia entre los economistas, porque estamos luchando contra una inflación que es principalmente de oferta (costes energéticos) con medidas de contención de la demanda (subida de tipo de interés) que tendrán un impacto muy negativo sobre la economía. Pero no hay ninguna otra alternativa, más allá de las medidas en las que está trabajando la Comisión Europea basadas en la reducción del consumo energético, la acumulación de reservas y la aplicación de topes en la fijación de precios, con la esperanza depositada en que la guerra acabe pronto.
A corto plazo, por lo tanto, el camino ya está trazado. Pero lo que más nos tiene que preocupar es el medio plazo. Si la inflación se enquista a través del contagio de los precios de la energía al resto de la cesta de consumo o bien a través de una espiral precios-salarios, el impacto negativo será más grave y más persistente, y entonces sí que podríamos sufrir una recesión al uso. La cantidad de convenios colectivos que están pendientes de firma y que podrían dar lugar a movilizaciones añadirá más tensión en otoño. Solo en Catalunya hay 185 pendientes de pactar, según fuentes sindicales, entre los cuales algunos muy significativos como el convenio del metal en la provincia de Barcelona, el de la hostelería y el turismo o el de la limpieza de edificios y locales.
Aun así, las últimas noticias sobre la evolución de los precios de la energía, el gas y las materias primas son positivas. Pero hará falta que la inflación subyacente (aquella que no incorpora los precios energéticos ni alimentos no elaborados) también empiece a moderarse, y esto todavía no se verá los próximos meses. Vamos paso a paso. Si las medidas europeas y las españolas que buscan contener los precios de la electricidad y el gas funcionan, podríamos empezar a notar una moderación de la inflación este otoño que, sumado al efecto peldaño negativo (como consecuencia de que los precios se dispararon a partir del septiembre pasado), podría sacar presión al BCE para efectuar importantes subidas de los tipos de interés. En palabras de su presidenta, Christine Lagarde, “los datos y solo los datos son lo que marcarán las próximas actuaciones del BCE”. Y en esto estamos. Pero como digo siempre a mis familiares y amigos, los economistas sabemos interpretar mejor el pasado que prever el futuro.
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