Artículo de Carles Francino

Pilar, yo sí te creo

Celebro que alguien con proyección pública y potencia intelectual, como Rahola, que para nada va a renunciar a sus principios, apueste por rehuir “los dogmas de fe y las ideologías convertidas en religiones”

Pilar Rahola

Pilar Rahola / JORDI COTRINA

Carles Francino

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Mi amigo es un periodista de raza. Joven aún, pero ya bregado en proyectos que han dejado huella y con el perfil de contador de historias que a mí más me convence de este oficio. No cree estar llamado a convertirse en gurú de nada, ni a salvar al mundo, ni a rescatar a los catalanes de las garras de una imaginaria dictadura. Por eso ha sido uno de los muchos que lo ha pasado mal, cuando ha sentido en el cogote el aliento del independentismo más montaraz. El problema no es casi nunca de las ideas, sino casi siempre de las personas. El otro día me llamó hecho un basilisco, tras leer el artículo de Pilar Rahola en EL PERIÓDICO, donde esta lamentaba que nos hayamos convertido en “personas-anuncio, en simples etiquetas que nos definen sin matices, ni complejidades, habitantes de departamentos estancos sin vasos comunicantes. Vivimos una realidad polarizada que nos impide tejer complicidades….”. “¡Cuánta hipocresía -me espetó, indignado, mi amigo-; esta mujer lleva años insultando, dividiendo, y ahora habla de tender puentes”.

Me quedé pensando en su exabrupto. Conozco a Pilar, sé que es una polemista de aúpa, rocosa, y que ha participado activamente en la bronca del “procés”. Es muy posible que haya provocado daños, pero, claro, ni es la única, ni se ha librado tampoco de que los garrotazos de todo tipo cayeran también sobre su cabeza. Por no hablar de los tóxicos del otro lado: los que pretenden mantener su idea de España una, grande, libre y centralizada, que han encontrado en el 'procés' una magnífica coartada para intentar rebobinar. Resumiendo: que si en el club de los hiperventilados, de una y otra parte, se decidieran a entonar el “mea culpa”, posiblemente se llenaría el Nou Camp. O el Bernabeu. Por eso celebro que alguien con proyección pública y potencia intelectual, que para nada va a renunciar a sus principios -ni yo se lo pediría nunca-, apueste por rehuir “los dogmas de fe y las ideologías convertidas en religiones”. Aún no he podido convencer a mi amigo de que recoja el guante lanzado con ese artículo pero, Pilar, que sepas que yo sí te creo

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