11-S: desahogarse una vez al año

No hay entusiasmo sino decepción, por no decir desesperación. No hay líderes sino antilíderes en disputa contra líderes

Barcelona. 11.09.2021. Política. Imagen de la Vía Layetana durante la concentración con motivo de la Diada. Fotografía de Jordi Cotrina

Barcelona. 11.09.2021. Política. Imagen de la Vía Layetana durante la concentración con motivo de la Diada. Fotografía de Jordi Cotrina / JORDI COTRINA

Xavier Bru de Sala

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No hay gestas sin entusiasmo. Para hacer frente a tan enorme reto son esenciales la confianza, el coraje, la determinación y, aún más, el entusiasmo. Pero he aquí que de ese entusiasmo de hace cinco años no queda ni una gota. Todos los independentistas, todos, por peleados que estén, por mucho que se insulten y por estúpidos que se encuentren unos a otros, tienen algo en común: el antiguo entusiasmo es ahora un limón exprimido, marchito, abandonado, reseco.

Hay otro requisito imprescindibles, una vez reunidos los esenciales en toda gran y difícil empresa: el liderazgo. Sin liderazgo, 'tururut'. Pues bien, ni el menos desprovisto de entusiasmo entre los manifestantes debe ser capaz de contradecir la siguiente afirmación. A estas alturas, el independentismo, ya sea de movimiento, ya de partido, de asociación o incluso de secta, no solo sufre un formidable desplome de líderes, sino que no dispone ni siquiera de aspirantes a líderes. Que un líder, o alguien dispuesto a erigirse en tal, es alguien que da algún paso en alguna dirección en espera de que otros le sigan, y que en efecto le sigan. Pues bien, la pregunta de todos los independentistas, vayan o no vayan a la gran manifestación, es la que sigue: ¿alguien da un paso? La respuesta es obvia.

No hay entusiasmo sino decepción, por no decir desesperación. No hay líderes sino antilíderes en disputa contra líderes. Carles Puigdemont, que ya no piensa en volver para hacer efectiva la DUI. Quim Torra, que entró y salió de estranquis, y solo buscaba una escapatoria personal no del todo indigna pero bajo cuya presidencia se perdieron los famosos 700.000 votos. Laura Borràs, que está encantada haciendo posado de icono, inmóvil sobre el pedestal, y se guardará mucho de demostrar, que no de proclamar, que hace algo para aproximar el objetivo. Tampoco existen, vistos los múltiples y reiterados fracasos, asunción de responsabilidades sino acusaciones de culpabilidad. Dicen que la manifestación es contra los partidos, especialmente contra Esquerra. Constatación comprobable con las declaraciones de la presidenta de la ANC: "Si es necesario, pasaremos por encima de los partidos". Solo le falta añadir que si hace falta subiremos las ocho cumbres de 8.000 metros con 'espardenyes de set betes'. Desde el otro lado tampoco se quedan cortos: "La pérdida de los 700.000 votos se debe a la intransigencia de la ANC y sus afines". Más con los denunciadores que con los denunciados, o más o menos contra los que cobran del erario público por no salir adelante, los cientos de miles que se manifestarán tan solo aspiran a lanzar un mensaje de persistencia. Estamos ahí. Perseveramos aunque desfallezcamos. Da igual que las escasas energías acumuladas durante el año se disipen, todas, con un acto que dura unas horas. Desahogados estamos. Total, tenemos todo otro año para volver a llenar el depósito y después vaciarlo el próximo 11-S reiterando el propósito. En ausencia, por supuesto, de cualquier propuesta operativa.

La descripción del marco emocional y mental de este 11-S no admite mucha discrepancia. Pasamos pues al marco político. Además de gobierno, los dos principales partidos del independentismo comparten la alergia a la verdad. Esquerra, queriendo hacer creer que el diálogo es, no imprescindible, que lo es, sino productivo, cuando todo el mundo sabe que no habrá resolución acordada al conflicto. Junts se instala en semejante falacia cuando dice que empuja al socio mayor a preparar el embate. No habrá embate, si por embate se entiende intento de asalto a la independencia. Ni embate ni solución. La Generalitat es una superdiputación y punto. Nos quedaremos como estábamos. Dada la magnitud de la derrota, no es tan grave como después de las del XVII, XVIII y XX. Y nos quedaremos como estamos mientras no piden todos perdón por haber contribuido como nadie a la capitulación, o hasta que admitan al menos que en otoño del 17 no tropezaron de manera pasajera sino que cayeron ignominiosamente.

No lo hará ninguno de ellos ni ninguno de los nuevos. Aragonès pone de manifiesto que la ANC no es nada, o al menos que ninguna iniciativa está en sus manos. Cierto. Pero tampoco en las del presidente. Ni en la de sus socios. La diferencia, que los manifestantes se desahogaban y los demás ya están más que desahogados.

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