Artículo de Berta Aznar

El empoderamiento del bisturí

Desde el sector de la salud mental, habría que promover modelos de relación saludable con el propio cuerpo previniendo situaciones de rechazo y no aceptación

Cirugía

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Berta Aznar

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En las últimas décadas se ha incrementado exponencialmente el número de personas, en su gran mayoría mujeres, que recurren a operaciones estéticas. El paso por el quirófano se da en chicas cada vez más jóvenes a las que se les hace creer que ello supone una especie de empoderamiento. Las operaciones estéticas se han normalizado a tal nivel que se anuncian en los medios de comunicación y se comentan en las cadenas de televisión minimizando e ignorando los riesgos que conllevan. Se han banalizado hasta tal punto que en las redes sociales las chicas muestran los resultados de estas operaciones invitando al resto de jóvenes a hacer lo mismo, siempre idealizando las bondades de los retoques a golpe de bisturí. 

Como siempre, detrás de esta banalización se encuentran los intereses económicos de la industria estética que se lucra a partir de las inseguridades de las mujeres. Gracias a crear en ellas complejos sobre el tamaño de sus pechos o glúteos -absolutamente hipersexualizados en nuestra sociedad- la aparición de celulitis, estrías o arrugas -algo totalmente natural que no tendría que avergonzar a nadie- e incluso sobre la forma o color de sus genitales -se ve en el caso de los hombres esto no es un problema- el gran capital que mueven las clínicas estéticas no hace más que crecer año tras año. De esta forma se fomenta la cosificación femenina promoviendo la normalización de cuerpos irreales cada vez más difíciles de lograr: pechos enormes, cinturas minúsculas, traseros prominentes, pieles totalmente lisas sin ninguna imperfección….Esto conducirá irremediablemente a las futuras generaciones a la insatisfacción permanente con sus cuerpos.

Además de la poderosa vertiente económica, también hay otros aspectos sociales y psicológicos que merecen un análisis más profundo. Sin duda, el cuerpo de las mujeres siempre ha sido sometido a un escrutinio y a unas reglas distintas a las de los hombres, haciendo creer a las mujeres que aquello que hagan con su cuerpo no tiene ningún tipo de consecuencia para su psique para que sea mercantilizado con fines de explotación sexual y reproductiva. Se intenta hacer creer a las mujeres que mente y cuerpo son dos entes independientes para así poder explotar sus cuerpos. En realidad, el cuerpo y la psique son indisociables, hay que aceptar y cuidar ambos para fomentar la salud mental y física. El lema “que cada mujer haga con su cuerpo lo que quiera”, en apariencia tan liberador, solo sirve para perpetuar la cosificación femenina en todas sus facetas y es, por tanto, otro éxito del patriarcado. 

Las operaciones estéticas son una agresión al propio cuerpo, ya sea para introducir prótesis para aumentar el tamaño de zonas determinadas, deshacer y extraer grasa de otras áreas para reducir su tamaño, estirar zonas en las que la piel ha ido perdiendo firmeza o cambiar el color de zonas que con el paso del tiempo se oscurecen. En lugar de aceptar el paso del tiempo y sus efectos en el cuerpo humano, la exaltación de la juventud perenne hace que se intente por todos los medios ocultar el aspecto natural que corresponde a cada etapa de la vida. 

Desde la perspectiva educativa, las familias tenemos un rol importantísimo en ayudar a las niñas, y también los niños, a quererse tal y como son, a cuidar su cuerpo y aceptar su físico alejados de presiones estéticas dañinas que les crean inseguridades y autorechazo. En los centros educativos, la introducción del feminismo en las aulas a través de la coeducación es la herramienta más potente para ayudar a adolescentes a rechazar estas imposiciones sociales que se ensañan principalmente con las chicas. Desde el sector de la salud mental, habría que promover modelos de relación saludable con el propio cuerpo previniendo situaciones de rechazo y no aceptación. En cuanto a la intervención psicológica, el objetivo primordial debe ser siempre la aceptación de uno/a mismo/a para garantizar el bienestar de la persona.

Es difícil ir contracorriente en un momento de exaltación absoluta de la juventud, la belleza, la individualidad, el sexismo y la inmediatez, pero, de seguir así, se vislumbra un futuro distópico en el que será muy difícil fomentar en la juventud un pensamiento crítico y reflexivo y un trabajo de la autoestima que les ayude a superar sus complejos, inseguridades o disconformidades sin pasar por el quirófano. Es importante enseñar a las niñas y niños a cuidar y aceptar su cuerpo tal como es, a relativizar el continuo bombardeo de “cuerpos perfectos” de las redes sociales y medios de comunicación, dejar de ensalzar la juventud como la etapa más deseable de la vida para comprender que envejecer es algo natural y, sobre todo, aprender a respetar todos los cuerpos, incluido el propio. 

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