Artículo de Sergi Sol

Laura Borràs, la hija mimada de tres 'presidents'

Laura Borràs y Quim Torra, en una reunión de JxCat.

Laura Borràs y Quim Torra, en una reunión de JxCat. / periodico

Sergi Sol

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Quiso Laura Borràs ser presidenta de la Generalitat forjándose una biografía de seta de otoño, nacida políticamente por generación espontánea. Eso sí, escogió una fecha sin más, el 1 de octubre de 2017.

Aunque cuenta con cinco décadas a sus espaldas quiso contarnos que su virginidad política era tal que ese día fue el de su alumbramiento. El del parto político. Aunque ya desveló el periodista Francesc Marc Álvaro que para nada, que Borràs era un fichaje de Artur Mas cuando pleiteaba contra el Tripartito y lanzó aquello de la Casa Gran del Sobiranisme.

Con el apabullante narcisismo que exhibe sin tapujos, como si fuera un bien de la naturaleza, es raro que su último libro se titulara ‘Filla de l'1 d'octubre’, aunque gentes de su entorno confirman que hubo debate sobre si se debía titular ‘(La) filla de l'1 d'octubre’. 

Mas vivió tras el Tripartito su momento de gloria y poder, pues gobernó la Generalitat casi cinco años en solitario. Tenía cargos de libre designación para repartir hasta el hastío. Y nombró a Borràs jefa suprema de la Institució de les Lletres Catalanes. En argot 'nosurrender', ´la pagueta’.

Mascarell era el 'conseller' de Cultura. El jefe de Borràs para entonces. De ahí que Mascarell fuera uno de los protagonistas del acto de homenaje (el 17 de agosto pretendió darse otro homenaje) que se dio por su imputación por presunto fraccionamiento de contratos. Torra -con su rutilante oficina a tocateja de 'ex-president'- confirmó ese día que se puede pecar también de pensamiento. Solo dudar ya merece reprobación. Borràs es de citas, pudiera haber dicho Torra aquello de la duda ofende.

El acto, verdadero martirologio, fue acompañado de un manifiesto que, entre otros, firmaron los tres últimos presidentes de la Generalitat. Artur Mas, Carles Puigdemont y Quim Torra. De hecho, durante diez años contó Borràs con el favor presidencial. Los tres presidentes la mimaron en mayor o menor medida. Le dieron cargos y protagonismo. De Mas a más. Con Quim Torra santificándola, elevándola al altar patriótico del país como si se tratara de la mismísima Moreneta que requiere de culto y a la que se piden milagros.

El favor presidencial se cortó cuando llegó a la presidencia de la Generalitat un republicano, aunque antes ella abogó por cortarle la cabeza a Aragonès luego que este bendijera el ascenso de Laura (así, con esta familiaridad, la llaman sus acérrimos) a presidenta del Parlament. Diríase que con Laura hay que cobrar por adelantado, que luego si te he visto no me acuerdo.

Torra sigue ejerciendo de presidente del Club de Fans de Laura. Los otros dos, pese a las apariencias, llevan tiempo hartos, como buena parte del partido que preside. Tampoco es de extrañar, con lo que les llamó tras el congreso del partido cuando sus candidatos a la dirección sufrieron un traspiés. Declaró, sin más, ante sus fieles (los del Parlament, los de la Rambla, los de Twitter) que todos los que no habían votado a sus allegados eran unos vendidos.

Los que ni por asomo desean que Laura abandone Junts son los republicanos. En privado se muestran consternados por el daño que gentes como Laura hacen al independentismo, por la imagen que proyecta al conjunto de la sociedad, la misma que en cambio veneran sus fieles. Pero saben que mientras Laura esté en Junts el partido va a estar siempre sacudido por sus aspavientos y un ansia de protagonismo que los tiene fritos.

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