Tribuna de Joan Tardà

La negociación como conquista democrática

Junqueras debería interpelar al socialismo catalán a reclamar conjuntamente que el Gobierno de Madrid deje de poner trampas y plantee avances palpables e inmediatos

Joan Tardà

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Si hay Mesa de Diálogo entre los gobiernos de España y Catalunya se abre la puerta al posible acuerdo deseado mayoritariamente por la ciudadanía catalana. Ahora, sin embargo, tan solo se está en el preámbulo de un proceso que no se sabe cuánto va a durar, cuántos escollos deberá superar ni cómo habrá que reanudarlo en un futuro si ahora fracasara.

Además, el escenario actual todavía es muy frágil en la medida en que el independentismo ha desembarcado en él herido por la represión y dividido a raíz de la inhibición de CUP y la beligerancia en contra de Junts, lo que otorga a ERC la condición de artífice de su existencia. De igual modo, el Gobierno español ha llegado arrastrando los pies, empujado más por la necesidad de apoyos parlamentarios que por convicción, tal y como se ha demostrado publicitando la falsedad de que no hay mayoría suficiente para desterrar la sedición del Código Penal (se requiere la misma que hizo posible la investidura) o atribuyendo, por boca del propio Sánchez, el descenso publicado por el CEO de los partidarios de la independencia a la existencia de la mesa. Un mensaje irresponsable porque venir a decir a los partidarios de la independencia que se les está derrotando porque dialogan no es lubricar los cojinetes de la Mesa. Más bien, lanzar arena a sus engranajes.

Asimismo, las palabras del presidente español evidencian una gran dosis de frivolidad si se tiene presente que el gobierno socialista todavía no ha dado a conocer cuál es su alternativa a la demanda catalana de amnistía y referendo acordado. Efectivamente, en estos momentos, se sigue ignorando, más allá de afirmaciones genéricas sobre la profundización del autogobierno, que por otra parte se contradicen con el incipiente proyecto de reforma de financiación de las comunidades autónomas que ignora el pacto fiscal y consolida un expolio demoledor.

Y en Madrid todo vale para escabullirse de presentar su propuesta. Incluso se han querido devaluar los objetivos de la Mesa de Diálogo al forzar la introducción en el guion de cuestiones que no se corresponden con los criterios fundacionales, como exigir incluir la normalización del uso de la lengua catalana en el Senado (y no en el Congreso paradójicamente). En definitiva, un intento del PSOE de trasladar a la Mesa de Diálogo el trabajo que corresponde a los grupos parlamentarios o a la Comisión Bilateral entre gobiernos que fija el Estatut d'Autonomia.

En paralelo, resulta incomprensible que Salvador Illa pretenda hacer exitosa su legítima demanda de creación de una mesa de diálogo catalana sin exigir previamente que en la de Madrid se debata de todo, también de amnistía y de referéndum, y poniéndose de perfil ante los giros tacticistas y los miedos electoralistas de sus compañeros socialistas. Seguro que si lo hiciera, su reclamación adquiriría mayor fundamento y obligaría a la contraparte, al propio 'president' Aragonès, a ser más receptivo.

Porque unos y otros conocen la magnitud del coste que se tendrá que pagar si se desperdicia esta primera oportunidad de entendimiento y tienen presente lo mucho que se juegan en las próximas semanas cuando se presente el proyecto de Presupuestos del Estado, y en 2023 con las proyecciones demoscópicas favorables a un PP en constante crecimiento.

En cualquier caso, avanzar en la resolución del conflicto entre el Reino de España y Catalunya se convertirá en una conquista democrática, por lo que los dirigentes políticos deben ser conscientes de que, si bien es importante su capacidad de negociación, el éxito tan solo será posible si convierten el objetivo del acuerdo en una demanda popular. Hacer realidad, al fin y al cabo, una movilización favorable del conjunto de la sociedad catalana como resultado de saber hacer converger adhesiones provenientes de quienes, pese a pensar de forma diferente, anhelan una solución en la que todo el mundo vea integrada su opción .

Corresponde, pues, al republicanismo, que ha hecho la labor de porteador para hacer posible la Mesa de Diálogo y que ha derrotado una idea hasta ahora presente en sectores del independentismo que asociaba negociación a derrota, seguir estirando del proceso de negociación. Por eso haría bien Oriol Junqueras en rechazar cualquier desnaturalización de la Mesa de Diálogo y en interpelar al socialismo catalán a reclamar conjunta y colaborativamente que el Gobierno de Madrid deje de poner trampas y plantee avances palpables e inmediatos. E invite a Salvador Illa a hacer un llamamiento conjunto a la sociedad civil catalana a participar en este recorrido.

Porque solo se alcanzará la solución si el pueblo se hace suya esta empresa a modo de conquista democrática. A pie de calle.

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