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Evitar alarmas innecesarias

Ahora toca generar un nuevo relato futurista. Los más cenizos, que llevan predicando el fin del mundo tal como es, consideran que nos acercamos a la 'era Mad Max'

El calor no frena el turismo de calle, que crece más que en la prepandemia

El calor no frena el turismo de calle, que crece más que en la prepandemia / EFE / Karla Vanessa López Quiñonez

Martí Saballs

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Hace un año, sobre estas fechas, observaba ojiplático cómo una persona se estaba bañando en el mar con una mascarilla tapándole la boca. Aquel agosto, el de 2021, el miedo a morir por culpa del covid-19 estaba aún presente en mucha gente. Los adolescentes –y menos jóvenes– embroncaban las zonas de playa con fiestas de madrugada ilegales para celebrar el hartazgo de año y medio de confinamientos y temores. Los holandeses volvían a conducir hasta nuestros destinos, para hacer cola a partir de las siete de la tarde en los restaurantes especializados en pollos y ensaladas. Hoy, estos holandeses han regresado. Los padres, sobre el arenal, bebiendo cerveza, y los hijos absortos mirando sus móviles debajo de los parasoles.

Agosto ha regresado y como ya hemos pasado por casi todo en los últimos años, ahora toca generar un nuevo relato futurista. Los más cenizos, apocalípticos políticos y sociales, que llevan predicando el fin del mundo tal como es, consideran que nos acercamos a la 'era Mad Max'. Se nos aproximan tiempos de escasez y sufrimiento y España, como siempre, acabará siendo el país más malparado de todos. Su último argumento lo usan como antesala de lo peor que está por venir: hay 3.230 parados más en julio y el número de afiliados a la Seguridad Social ha caído por primera vez en julio en 21 años: en 7.366 trabajadores. Hace 21 años vivíamos en la resaca del estallido de la burbuja punto com y los terroristas islámicos aún no habían atacado Estados Unidos. Pero, como todo depende del color con que se miren las cosas, responda usted una pregunta. Si en primavera de 2020, todos encerrados en medio de ertes imparables, algún pitoniso hubiera dicho que en julio de 2022 habría 20,3 millones de personas afiliadas frente a los 18,4 que había en abril de 2020, ¿lo hubiésemos tomado en serio? Ni hablar.

La recuperación económica de Europa y medio mundo tras la pandemia ha sido espectacular. Los mercados financieros lo anticiparon muchos meses antes, de ahí los récords generados en las principales bolsas a lo largo del año pasado, hasta el estallido de la invasión rusa de Ucrania. La fuerte recuperación no se ha debido tanto a las medidas políticas, llenas de obstáculos y más burocracia, como a la propia inercia del mercado, de los empresarios y de los ciudadanos, que han empezado a invertir y consumir en cuanto las circunstancias se lo han permitido. Se decide apostar por crecer cuando se considera que lo peor ha pasado. Y países como España, muy dependientes del turismo y el sector servicios, fueron los peor parados durante la pandemia y los que antes se recuperaron cuando empezó a vislumbrarse su fin.

Esta es la historia reciente. El futuro está abierto y mientras los hay que siguen apostando por el cuanto peor, mejor, hay que mantener el análisis frío y reconocer que desconocemos totalmente la evolución de la guerra, las próximas decisiones de Putin y cómo afectará a la principal potencia económica europea: Alemania. Las previsiones no son buenas, mientras la inflación empieza a hacer mella en EEUU, donde la economía lleva retrocediendo dos trimestres consecutivos.

Jugar por posicionamientos políticos es un error en el que no se debe caer; alarmar en exceso a la población y a las empresas pidiendo regular calefacciones y aires acondicionado, sin pensar en el sentido común y en cada caso, tampoco. Es el momento de mantener la serenidad y evitar impulsos frívolos innecesarios. 

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